jueves 28 de marzo de 2024
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Añorando el Imperio Otomano

Desde que asumió la presidencia en el año 2003 Recep Tayyip Erdogan se ha empeñado en una política internacional que enfrente a los EE.UU. con Rusia, refleje su encono con Europa y sus vecinos Israel, Grecia, Chipre y Egipto y la asocie a Irán. Tras su reciente reelección y con una economía tambaleante, Erdogan tomó medidas que centralizaron aún más el poder y profundizaron la heterodoxia de un modelo que, además, está salpicado de preceptos islámicos. En ese sentido, rechaza el cobro de intereses de los bancos tradicionales, en oposición a lo que ordenan preceptos islámicos.

En lo que va del año, la lira ha perdido el 40 por ciento de su valor frente al dólar, reflejo de problemas de deuda e inflación que Erdo?an no ha podido abordar. De hecho, anticipó las últimas elecciones ante el temor de que el aumento de los precios y la creciente escasez de alimentos básicos pudieran socavar sus aspiraciones que a esta altura parecen hegemónicas. Para ello, desplegó un amplio programa de estímulos fiscales antes de las elecciones, un elevado crecimiento del crédito y una serie de decisiones políticas han provocado un aumento de la inflación que saltó de casi 10 por ciento en julio de 2017 a casi 16 por ciento en julio de 2018; y un aumento del déficit de la balanza por cuenta corriente, hasta alcanzar el 6,5 por ciento del PIB en 2018. Además, se mantuvo la presión del presidente sobre el banco central para mantener baja la tasa de interés, ha socavado la confianza de los inversores.

Por esta razón, la crisis monetaria -que golpea a las economías emergentes como la nuestra- no se debe sólo al nuevo enfrentamiento con Donald Trump, a raíz de la detención del pastor estadounidense Andrew Brunson, puesto bajo arresto domiciliario a finales de julio, sino a un largo derrotero de desaguisados en materia económica y de política internacional.

El pastor Brunson, que predica en Esmirna desde hace veinte años, fue acusado y aprehendido en 2016, bajo los cargos de haber colaborado con Fethullah Gülen en el golpe de Estado fallido de ese año y de estar vinculado a los comandos kurdos PKK. El clérigo islámico Gülen hace veinte años que reside en Pennsylvania. A fines del mes pasado, Trump avisó por Twitter que sancionaría a Turquía por tener de “rehén” a Brunson.

Seguidamente, Trump ordenó congelar activos de algunos ministros y finalmente impuso importantes sanciones económicas, sobre todo elevando los aranceles del hierro y el aluminio, a sabiendas de que eso causaría graves perjuicios a su díscolo socio de la OTAN. Ante el ataque, Erdo?an amenazó con boicotear la industria electrónica norteamericana, imponer aranceles restrictivos a los productos de ese origen. Junto con otras bravatas, el presidente turco culpa, sistemáticamente, de todos los males a una conspiración extranjera. En esta ocasión desempolvó una vieja frase de la liturgia nazi (Dolchstosslegende), para describir la situación: “Estados Unidos ha apuñalado a Turquía por la espalda”. Erdo?an habitualmente basa sus argumentaciones en una mezcla de nacionalismo, fe y miedo a los extranjeros para desligarse de la responsabilidad que le cabe por sus políticas.

Su clara simpatía por Irán también tiene un punto de conflicto con los EE.UU. El Departamento del Tesoro de ese país tiene pendiente decidir sobre la multa que impone al banco turco Halkbank después de que uno de sus directivos, Mehmet Hakan Atilla, fuese condenado a tres años de prisión por un tribunal de Manhattan por participar de un dispositivo de compra de oro turco-iraní, destinado a vulnerar las sanciones a Irán en el que estuvieron involucrados varios ministros y personalidades cercanos al presidente turco. Si la multa es elevada, sería otro golpe para una economía en crisis.

¿Apelará Turquía al FMI? Su vecino griego todavía está sufriendo su intervención sin que se vean muchos resultados a la vista. Sin embargo, las palabras quiebra, control de cambio y hasta corralito hace una semana que son utilizadas por los analistas.

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