martes 19 de marzo de 2024
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Carta a los senadores radicales

Sr. Presidente del Comité Nacional de la UCR

Sres. Senadores Nacionales de La UCR

 

De mi consideración.

Desde hace algunos meses una parte significativa de la opinión pública esta movilizada en torno al tratamiento parlamentario del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

Dicho proyecto, relevante en sí mismo, constituye además una referencia ineludible de una época, de un momento de nuestra vida social.

Hasta hoy, con la salvedad de la incómoda situación provocada por las declaraciones del Dr. Albino, el debate en ambas Cámaras ha sido formalmente de buena calidad.

Sin embargo, nunca termina de exhibirse, de salir abiertamente a la luz del día, las motivaciones que fundan cada una de las posiciones. Tanto una excesiva corrección política, como un cierto tutelaje moral, condicionan abierta o implícitamente los fundamentos que se expresan.

Atrapados por especulaciones, no podemos o no nos atrevemos a decir con claridad lo que pensamos. Ese velo de insinceridad, entre pacato e infantil, no nos permite avanzar.

Por eso nuestra conversación pública elude hablar del placer, de la intimidad, de los cambios en el orden jerárquico, de la emancipación de las personas, etc.

Estamos centrados en las muy relevantes cuestiones de sanidad, costos o derecho penal; sin advertir que esta Ley es una bisagra, y también una más de una larga cadena de adecuaciones institucionales imprescindibles para la construcción de un nuevo orden social paritario entre géneros.

La construcción de una trama legal y organizacional que dé lugar a una sociedad paritaria, es un cambio en Occidente de idéntica (o mayor) profundidad que los cambios institucionales producidos por la revolución industrial.

Nuestras escuelas, nuestros parlamentos, nuestros hogares vienen cambiando y adaptándose a una atmósfera de ideas, que nos van permitiendo romper las ataduras de un sexismo inaceptable.

A nadie se le escapa que desde hace décadas las mujeres han denunciado y luchado contra ese orden (el patriarcado), y que en ese proceso vienen logrando, no sin esfuerzos y sinsabores, tal vez los dos más grandes éxitos que un movimiento de esta naturaleza puede lograr: a) desnaturalizar las conductas que fundaban aquel orden injusto, y b) inspirar una “nueva sensibilidad” que posibilita que las instituciones, los entornos culturales y las relaciones económicas puedan adaptarse y dejar atrás las ventajas injustificadas por razones de género.

Por supuesto se trata de un cambio profundo y por tanto inevitablemente traumático. Como siempre en estos casos y frente a la fuerza de “lo contemporáneo”, hay reacciones y resistencias.

En ese sentido, no son casuales las diferencias que registran todas las encuestas de opinión pública frente a estos temas, cuando se segmentan por edad, por nivel educativo e incluso por género.

Por supuesto que las mujeres jóvenes, más educadas y que viven en entornos metropolitanos, mayoritariamente explican el núcleo más movilizado por esta causa; y que en el otro extremo los hombres, adultos que viven en localidades medianas o pequeñas, constituyen el grupo social más reacio. ¿Es de manual, no?

Es en estos casos donde un partido político debe definir una posición. No se trata de la adopción irreflexiva o acrítica de los ruidos de la calle. Se trata de discutir, con estrictez, con rigor analítico, el lugar de nuestras ideas en este mundo tan cambiante y tan desafiante.

Personalmente, he ingresado a esta partido, mí querido partido, atraído por esa sutil combinación de sensibilidad hacia el desposeído, amor por la libertad y respeto por las instituciones republicanas. Soy orgullosamente radical, con nuestros defectos y virtudes, siempre hemos tratado de aportar a los procesos sociales esa mirada al mismo tiempo reformista y ecuánime.

¿Qué vamos a hacer el 8 de agosto?

Por supuesto que existen muchos y razonables argumentos para oponerse a legalizar el aborto, tantos como argumentos para legalizarlo.

Aquí la cuestión no es exclusivamente esa.

La cuestión es la insinceridad y la falta de comprensión de la época.

Hoy, ofrecen redes públicas de contención personas que nunca han hecho nada por la niñez, se preocupan por el gasto público representantes de verdaderos devastadores fiscales, ó argumentan en favor de la vida, instituciones que por siglos han “fritado” a sus opositores sin muestras de arrepentimiento. No pueden o no se animan a decirnos que quieren seguir gobernando nuestro pensamiento. Con buenas o malas intenciones, creen que sus creencias son superiores y que constituyen un orden moral inmodificable e irrenunciable.

Nosotros somos los que debemos decir con claridad, que hombres y mujeres de este país queremos decidir por nosotros mismos y que necesitamos leyes que amparen nuestra esfera de decisión. Que somos una República y que las Leyes deben discutirse con arreglo a nuestras necesidades sociales, las de todos, creamos lo que creamos; porque somos una Nación plural, diversa.

Nuestra condición republicana nos obliga a ponernos a resguardo de la mirada censora de Obispos, caciques, patrones, CEO’s, etc. Nos deben guiar nuestras ideas y el tipo de vínculo que deseemos tener con nuestros ciudadanos.

No es una moda, como pretenden banalizarlo (hace más de un Siglo las mujeres luchan por esto).

No es un capricho, todas saben de historias dolorosas de la clandestinidad.

No es un facilismo, muchas de quienes hoy luchan por esto, son las mismas que lucharon por la Educación Sexual Integral, para evitar esta verdadera pandemia expresada en las más de 40.000 internaciones anuales.

“Afuera” se abre una época de debates más claros, de relaciones más sinceras y libres, de desafíos profundos.

El radicalismo debe decidir, mirando a los ojos de esta sociedad, si quiere incidir y ser parte de este tiempo o recluirse en particularismos territoriales y representaciones declinantes.

El radicalismo debe decidir, si oímos las voces de nuestras mujeres jóvenes.

El radicalismo debe decidir si está dispuesto a compartir las plazas llenas de color, con quienes interpelan este tiempo: los insatisfechos, los innovadores, los creativos; o se refugia en oscuros comités de luces mortecinas

El radicalismo debe decir, que hacer con la Franja Morada, nuestro orgullo universitario; que en los claustros enfrenta con armas sinceras y militancia sin igual al populismo, a las corrientes chauvinistas, a la literatura política fascinante y envolvente de los predicadores de catástrofes. Esos jóvenes a los que decimos respetar, ahora los desoímos y dejamos a la deriva.

El radicalismo debe decidir si es un partido de cambio o de “statu quo”.

El radicalismo debe decidir si está dispuesto a combinar modernización social, derechos civiles, debate maduro, razonabilidad económica o termina preservando espacios estatales a la defensiva.

El país necesita al radicalismo, pero no cualquier radicalismo. Nuestro compromiso con el cambio, va más allá de la cosmética y el marketing.

Este movimiento de mujeres, es justo y es necesario para ser un país mejor. Allí donde esas cosas pasan, seamos muchos o pocos, mejores o peores debe haber una voz radical, construyendo una mejor democracia, abriendo debates y organizando respuestas; para que la esperanza siempre le gane al temor.

No podemos gobernar una multiplicidad de hechos que nos son ajenos; pero en tanto hombres políticos no podemos renunciar a leer nuestro momento, a interpretarlo, a influir en él luchando con armas nobles por movilizar a personas en busca de construir una realidad social mejor. El radicalismo no puede pretender darle la espalda a este movimiento y creer que esta decisión carece de consecuencias.

Cada vez que nos comprometimos con los sectores más movilizados y dinámicos de la sociedad, nos ha ido bien, nos han confiado el gobierno y hemos podido llevar adelante los hitos de los que nos sentimos tan orgullosos. Cada vez que oímos las voces del pasado nos debilitamos inexorablemente.

Sr. Presidente/ Sres. Senadores; con el respeto que me merecen, quedan ocho días… Aún con observaciones y cuestionamientos; no le demos la espalda a la historia, trabajemos para ser parte de la solución. Nunca sacamos el cuerpo, que nuestra moderación no se transforme en impedimento, sino en cauce de una Argentina más paritaria y más libre.

 

Fabio J. Quetglas

Diputado Nacional / Provincia de Buenos Aires/ UCR-Cambiemos

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