viernes 29 de marzo de 2024
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Trump & Kim

La cumbre de Singapur, entre Donald Trump y Kim Jong Un, ha sido otro capítulo de lo que Walter Russell denomina “diplotainment”, la extravagante y teatral manera de hacer política internacional del magnate inmobiliario devenido en presidente norteamericano que no trepidó en la última reunión del G7 en decir: “El primer ministro de Canadá, Trudeau, actuó de manera  blanda y sumisa durante nuestro encuentro del G7 y después, cuando ya me había ido, dio una rueda de prensa para decir, que ‘los aranceles de Estados Unidos son un tanto insultantes’ y que ‘no dejará que lo manipulen’. ¡Qué deshonesto y débil!”.

Para la cumbre con el dictador norcoreano, el equipo de Trump preparó un video en donde se resalta la importancia del líder –sea cual fuere su naturaleza y legitimidad– y su papel central en la definición del futuro de la humanidad: https://www.youtube.com/watch?v=q807SRGopqU

Trump ama a los líderes como Kim, Putin, el Papa Francisco o Ariel Sharon. Líderes a los que no les tiembla el pulso a la hora de imponer sus visiones del mundo. Sea cual fuere el origen de la legitimidad de su poder.

Trump, luego de alguna broma cuartelera a Kim, le aseguró al pueblo estadounidense que podía confiar en Kim Jong Un y que el líder supremo de Corea del Norte era sincero sobre la desnuclearización. A cambio de esta promesa de “vendedor de autos”, Kim se llevó la suspensión unilateral de los ejercicios militares defensivos conjuntos de EE. UU.-Corea del Sur en la Península Coreana, a los que Trump considera muy costosos. Por su parte, Kim puede jactarse de haber logrado el respeto internacional, denominado como un “muy honorable” colega, por el considerado “líder del mundo libre.”

La declaración conjunta final, como resultas de la cumbre, no es más que una versión “light” de documentos anteriores, tales como la Declaración Conjunta de 1992 sobre la Desnuclearización de la Península de Corea, el Marco Acordado de 1994 y la declaración conjunta de 2005 de la cuarta ronda de las conversaciones a seis bandas. Permite a Corea del Norte desligarse de su compromiso anterior “de abandonar todas las armas nucleares y los programas nucleares existentes y regresar en una fecha temprana al Tratado de No Proliferación Nuclear”. Y ofrece una vaga promesa de “trabajar hacia la desnuclearización completa”. La declaración conjunta de Singapur –a la que sólo un optimista podría calificar de progreso– no hace ninguna referencia a los derechos humanos y guarda un preocupante silencio sobre los misiles balísticos, las armas químicas, la guerra cibernética y la proliferación nuclear.

Las prioridades más urgentes de Kim, tales como aflojar el nudo de las sanciones, reducir el riesgo de un ataque preventivo estadounidense y lograr reconocimiento internacional, han sido satisfechas.

Como “reaseguro”, Trump afirma tener 300 poderosas sanciones a la mano, listas para ser desplegadas si Corea del Norte no honra su compromiso. Pero la amenaza es vana. Luego de una década de intensificar la presión sobre Corea del Norte, Estados Unidos ya ha aplicado sobre el régimen de Kim todas las sanciones importantes que Washington puede dispensar unilateralmente. Las probabilidades de que China y Rusia acepten nuevas sanciones a través del Consejo de Seguridad de la ONU son prácticamente nulas. Esto significa que la camisa de fuerza de las sanciones se ha aflojado para Kim. Las perspectivas de que China y otras naciones aumenten la aplicación de sanciones a los niveles observados a finales de 2017 parecen lejanas.

Hoy, las encuestas muestran que Kim es más popular en Corea del Sur que Trump. Dado que es difícil imaginar un ataque preventivo efectivo contra las instalaciones nucleares de Corea del Norte sin el apoyo del gobierno y las fuerzas armadas de Corea del Sur, parece que Kim ha reducido significativamente ese riesgo al mínimo.

El provecho del acuerdo para los EE.UU. –y el mundo– sólo será ratificado si Kim hace una declaración completa de su inventario e instalaciones nucleares y si inspecciones internacionales creíbles podrán verificar esa declaración. La verificación es el umbral que Corea del Norte nunca antes había aceptado cruzar, pero es la puerta de acceso a la desnuclearización y la estabilidad pacífica en el noreste de Asia.

Tras la cumbre, la posición y la autoridad interna de Kim se han fortalecido. Lo que es más importante, la cálida recepción del presidente de los Estados Unidos ha ayudado a Kim a normalizar, si no legitimar, el estatus de Corea del Norte como Estado poseedor de armas nucleares. A Kim no le interesa el modelo libio; él está interesado en el modelo pakistaní.

A pesar de la vistosa demolición por parte de Pyongyang de una instalación de prueba nuclear que mismos norcoreanos declararon obsoletas, el arsenal de Kim no es menor que en noviembre pasado, cuando Corea del Norte probó con éxito un nuevo misil balístico intercontinental que afirmó fue capaz de golpear el territorio continental de Estados Unidos con una ojiva nuclear. Eso todavía está intacto.

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