viernes 19 de abril de 2024
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Viejos debates. ¿Mismas posturas?

“No te podés dar el lujo de mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitás en el taller junto al padre trabajando” manifestó recientemente el diputado nacional y referente del gobierno de turno, Alberto Benegas Lynch. Además, cuestionó la injerencia que ejerce el Estado sobre las familias en la materia educativa: “no creo en la obligatoriedad de la educación”.

Estas opiniones, que tomaron relevancia pública, generaron que se volviera a un debate saldado a fines del siglo XIX.

En julio de 1884, durante el gobierno de Julio Roca, se promulgó la ley 1420 que estableció la educación primaria común, gratuita y obligatoria. Haciendo un análisis muy rápido de sus objetivos y espíritu vemos: que en la lógica de ser común busca hacerla igualadora; que trae interesantemente el concepto de derecho a tener un establecimiento para cumplir la obligatoriedad, la gratuidad de la misma y; aunque no taxativamente, la importancia de combatir el analfabetismo (algo habitual en aquellos tiempos y freno de cualquier motor de un desarrollo nacional)

Con la ley federal de educación (1993), se transfiere a las provincias el manejo de las escuelas y ya especifica que El sistema educativo asegurará a todos los habitantes del país el ejercicio efectivo de su derecho a aprender (…) hace foco entonces en el derecho a recibir educación y además suma el prescolar como obligatorio

Finalmente, en 2006, se sanciona la ley de educación nacional con el amparo de la nueva Constitución y más aún, ampliando la obligatoriedad desde los 4 años hasta la totalidad del secundario.

Cuando refiere a acompañar en el taller al padre, también trae a colación al trabajo infantil, algo prohibido en Argentina y actualmente establecido por la Ley 26390.

Consultamos opiniones de personas ligadas a distintos ámbitos educativos.

Laura Manolakis (Mg. en Educación y experiencia gubernamental): “La obligatoriedad escolar es un piso valioso pero incompleto.  La escuela puede y debe potenciar la capacidad de aprender de los estudiantes y el capital cultural de sus familias ofreciendo una oferta inclusiva y de alta calidad.  Si no se incluye con alta calidad, no es posible resolver en forma definitiva los déficits que dejan las condiciones socioeconómicas más brutales con la que vienen nuestros niños, jóvenes y adolescentes. Este es el gran desafío de la política educativa”.

Eugenia Capalbo (Lic. Ciencias Educación y docente primaria): “Creo que hay, en principio, dos aspectos principales para considerar sobre por qué estás declaraciones son, al menos, anacrónicas y clasistas. Primero, derribar la creencia de que los padres disponen de libertad absoluta sobre sus hijos, porque los niños son sujetos de derechos individuales, con una autonomía progresiva y una dignidad inherente. Por otro lado, la educación obligatoria en Argentina se fundamenta en un conjunto de principios jurídicos y teóricos que abogan y reconocen el derecho de todo individuo a la educación como un medio para alcanzar su pleno potencial y participar activamente en la sociedad. Ya en el siglo XVII, Comenio, considerado el padre de la pedagogía, escribió sobre la necesidad de educación obligatoria, esencial para el desarrollo humano, y que era responsabilidad de la sociedad garantizar que todos los individuos recibieran una formación adecuada, ya que ésta no solo beneficiaba a los individuos, sino también a la sociedad en su conjunto, al promover la igualdad de oportunidades y el progreso colectivo. La educación es, sin duda, un instrumento vital para cultivar el pensamiento crítico, la igualdad de oportunidades y el desarrollo de habilidades necesarias para una ciudadanía plena y consciente”.

Estas declaraciones, de un debate saldado, no tuvieron acompañamiento del oficialismo y están alejadas de los principios liberales de aquellos que concibieron para el país la imperiosa necesidad de hacer de la educación su obligatoriedad; que con el tiempo se fue ampliando en su alcance debido a los desafíos propios de los tiempos. Algunos portadores de principios tan relevantes como la libertad, deben entender que existen límites propios en las personas, producto de las desigualdades y coyunturas; y es allí donde la educación es un elemento clave para el desarrollo de las personas y el progreso de un país.

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