Al cuarto oscuro
Impávidos, avanzaban hacia su hecatombe con la abúlica mansedumbre de la ignorancia. Resignados a un destino de sacrificio que siempre desconocieron, sus miradas se separaron por última vez con un destello de despedida que no fue tal. Imposibilitados de verbalizar el fatídico adiós e impedidos siquiera de escenificar un fútil “hasta pronto”, la separación definitiva no comportó diferencia alguna con la coincidencia que los había reunido. Al fin y al cabo sus vidas nunca fueron suyas. De una forma u otra ambos se tributarían como óbolo con que aplacar a la deidad colérica que clamaba enfurecida por compensación simbólica. Uno quedaría en manos del celebrante a la espera del inminente cuchillo ritual. Su sangre todavía cálida purificaría a los impíos. El otro partiría hacia el desierto en pos de su abandono ceremonial. La liberación implicaba ostracismo letal. No debía regresar jamás. Y se sobreentiende que alguien o algo suelto en el desierto es pasto de los leones.
Del dúo de bestias retratado en el Levítico la más renombrada resulta la errante por su memorable condición metafórica: chivo expiatorio. En el cuerpo del caprino en marcha hacia su holocausto trasuntaba la posibilidad de reconciliación con el poder supremo ofendido por la ruptura cíclica del pacto que lo unía con su grey. Congregación pecaminosa que no obstante el acuerdo de fidelidad otrora estrechado, año tras año defraudaba al todopoderoso con sus claudicaciones. Apremiados por la mezquindad de sus crónicos estropicios los feligreses recurrían a cualquier argucia para sosegar la ira divina. En pos de conseguir el perdón se valían de cuanta maniobra tuvieran a la mano. De todo excepto de sí mismos. La tercerización del rol de víctima en un animal facilitaba la deglución popular de la práctica cruenta. Para el pueblo elegido matar y exiliar machos cabríos testimoniaba pietismo sin el incómodo trance de tener que inmolar un congénere. Siempre es más fácil que la vida ofrecida sea de otro.
El peronismo en modalidad electoral trasparenta y actualiza el pacto mafioso que une a sus miembros de modos idénticos y contrastantes con las enseñanzas del Viejo Testamento. La paradoja de ser igual y diferente se revela en los giros proselitistas dados a la adopción de las maneras más violentas consagradas en las Sagradas Escrituras. Aunque justo en el caso del chivo expiatorio el Gobierno Nacional se atuvo a la literalidad de La Palabra cuando condenó al chivo Rossi a pelear en desértica soledad contra la lista apadrinada por Perotti. Abandonado a su suerte, o peor, condenado a compartir boleta con candidatos más sucios que una papa, la fidelidad cristinista del exministro de Defensa recibió como pago el ostracismo. Como nadie es profeta en su tierra, el más kirchnerista de los santafecinos enfrenta en su terruño a la lista del peronismo K. Opción que no sólo cuenta con el respaldo del gobernador sino que suma el aval del Instituto Patria y de la Casa Rosada en su condición de sucursal barrial del primero. Varias fotos incómodas así lo muestran.
Hablando de instantáneas urticantes, parece que la Kampaña del albertismo no nato se vio enturbiada por una serie de imágenes inconvenientes tomadas en la residencia de Olivos donde ―de coté― aparece Alberto Fernández de Kirchner en tertulia. Pataleando sobre el abismo del escarnio, la caída libre de su imagen se aceleró por las coartadas con que intentó mitigar el tortazo en los sondeos. Por supuesto, al sacrificar el remanente de su buen nombre y honor en el altar de la cobardía únicamente consiguió agravar la deriva de su desprestigio. ¿Cómo pudo profundizar la fosa de su entierro político? Articulando excusas donde tercerizar el balurdo en el menos conveniente de los chivos expiatorios imaginables: su mujer.
El más flamante despiste dentro del concierto de derrapes en que se transformó la gestión lo condujo a recorrer la irreversible senda de la buchoneada. “Mi querida Fabiola convocó a un brindis, no debió haberse hecho y lo lamento”. La singular valentía albertista de ofrecer el pecho ajeno para recibir las balas que vuelan hacia su persona no desentona en nada con la tradición justicialista de amilanamientos ante el peligro que inauguró el raje del tirano prófugo. Como bien lo demostró la jodita del vacunatorio VIP, parecería que el PJ aplica el “sálvese quien pueda” si el barco amaga con hundirse. Eso sí. Con consciencia de género. De allí que la delegación de culpabilidad no suponga haberle tirado el fardo a su pareja sino que al responsabilizarla del escándalo en verdad la empoderó con una insuperable dosis de protagonismo. Respeta tanto la “condición de mujer” de la Primera Dama que le testimonia su consideración entregándola a las fieras en la primera de cambio.
Huelga decir que en momentos de combate existencial contra la opresión machista, en un naufragio político como el presente, acaso sería de machirulo ceñirse al paternalismo falocrático de “las mujeres y los niños primero”. La figura retórica de la zozobra puede parecerle desmedida a los espíritus bellos que fantasean interpretaciones socialdemócratas sobre la praxis del cuarto gobierno K. Y tal vez la expresión sería en efecto desmesurada si no hubiese sido Duhalde quien enarboló la alegoría del anegamiento más catastrófico del que se tenga memoria para desdramatizar el Olivosgate: “¿Si el Titanic se hunde ustedes creen que la gente se va a enojar porque la comida esté fría?”. Luego de arrojarle un salvavidas de plomo al jefe de la Administración Pública Nacional que boquea con el agua de las encuestas al cuello, quien no tuvo nada que ver con los saqueos de diciembre de 2001 clamó por indulgencia: “¿Hay que echarlo porque miente? No es un delito penal mentir”.
Nadie mejor que el autor de “quien depositó dólares recibirá dólares” para justificar que otro peronista ahogue el valor de la palabra presidencial en las turbias aguas de la mendacidad. Saltando de la sinceridad a la ley, o sea de lo que el PJ no conoce a lo que no respeta, la juridicidad sui generis del peronismo no sólo resignifica la letra de los decretos cuando es el mismo firmante quien lo infringe. Directamente sanciona réprobos y elegidos en aplicación de una amañada ética casuística. Y si entre los primeros aparece alguno que debería estar entre los segundos, se acude el perdón divino esparcido según el criterio circunstante de los señores de lo terreno. Al fin y al cabo, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Por suerte Argentina cuenta con miles de santos. Los vimos a todos juntos en procesión por la plaza de los dos Congresos allá por diciembre de 2017 exteriorizando su inocencia edénica con salmos líticos arrojados con vocación catequística contra los no creyentes.
Ínterin del descontrol de un justicialismo unificado con la boligoma moral del interés de supervivencia, egregias damas públicas intercambiaron dicterios poco elegantes. Beatriz Sarlo tildó de “cheta que dice malas palabra” a Tolosa Paz luego de que la candidata del FDT inmortalizara su imagen con el insólito “En el peronismo siempre se garchó”. La ramplona disposición electoralista dirigida a recuperar el voto joven agitando banderas orgiásticas cayó en la trampa de subestimara la audiencia y a los interlocutores. Ya Santoro había inaugurado la temporada de caza de adolescentes con su extraña apología del goce en un país que desde hace demasiado sólo experimenta el padecimiento. Redoblando la apuesta por el absurdo, Golosa Paz (como la rebautizó para siempre Pola Oloixarac) proclamó una consigna lúbrica en pos de seducir una ciudadanía de imaginarios gemebundos frente a una gestión frígida.
La esquizofrenia kirchnerista alterna entre programas sexo-políticos excluyentes. En abril de 2020 José Barletta solicitaba complementar las medidas de aislamiento con precauciones de limpieza pos-coital cuando especificaba que “Es más importante que nunca el lavado de manos después de las relaciones sexuales, después de la masturbación o después del sexo virtual”. Queda en el aire un dejo de incomodidad ante el hecho de recalcar la necesidad de higienizarse luego de entrar en contacto con fluidos corpóreos propios y ajenos. ¿Antes de la ASPO no se recurría al agua y el jabón luego del trance orgásmico? ¿Después de la relajación de las pautas cuarenténicas cabe prescindir de ellos tras episodios de pasión?
El sustrato de agitada asiduidad sexual peronista patentizado por Golosa Paz despertó reacciones inesperadas. Mientras los candidatos oficialistas vociferan el desenfreno como emblema y dicen prescindir de represiones amatorias, aunque esperemos que no de pautas básicas de limpieza, el gobierno habilita la asistencia del público a las canchas de fútbol. Disposición que sin duda tiene sentido sanitario y significado deportivo pero carece de cualquier asomo de intención electoral. A su vez, la presentación en sociedad del justicialismo fiestero planteó reivindicaciones entre sus miembros con pasado extrapartidario. El alcance exclusivamente peronista de la observación hirió tanto la masculinidad de Moreau que decidió reivindicar su hombría con una muestra de virilidad incontrovertible: “Estoy enojado porque excluyó a los radicales; tengo cinco hijos, miro con un solo ojo el movimiento nacional y popular”.
La confusión entre pasión y doctrina lo condujo a acrisolar una ideología tuerta donde genitalidad y militancia cruzan caminos en la magnitud de la descendencia. Se ve que para Moreau el tamaño sí importa. Obsecuente como todo converso, su devoción se mide por la capacidad para amplificar cualquier ocurrencia de la líder de su armado político. Recordemos que el poder real del FDT está en manos de una persona que en ejercicio de la primera magistratura abundó sobre fogosidades al recomendar la ingesta de cerdo como afrodisíaco: “Es mucho más gratificante comerse un cerdito a la parrilla que tomar viagra”. Ahora bien, la pacatería alegórica proyectada hacia afuera del justicialismo no debería haber afligido a Moreau. Su abrazo sin cortapisas al cristinismo de paladar negro le granjeó en 2015 la expulsión del partido de Alem. El no es radical sino que se ciñe a la promiscuidad ideológica populista. Que se quede tranquilo. Nadie duda de su fogosidad peronista.
Gobernar es poblar
Acaso ignara sobre la promoción del sexo virtual efectuada por su propio gobierno como paliativo de la abstinencia cuarenténica y sin duda desentendida del prestigio sexual que Moreau desea presumir, la insigne desconocida del PJ bonaerense aboga por ganar competitividad en las urnas atizando fantasías de cama en una sociedad ideológicamente des-erotizada. No obstante su originalidad (a nadie se le había ocurrido semejante tontería) la iniciativa falló en desviar la atención desde el desastre de la administración nacional dirigida por un eunuco político al posible fárrago en la alcoba justicialista. Como lema de campaña sonaría algo así: “Si nos morimos gracias a una estrategia sanitaria por completo errada, al menos que sea en el fragor de las sábanas”. Pero el tiro/canita al aire le salió por la culata, o no logró estimular el punto G de la militancia, cuando la ciudadanía repudió semejante banalidad en un momento donde los que no se murieron de COVID se están muriendo de hambre.
Enfrascada entre boletas y braguetas, Golosa Paz retrucó la invectiva de Sarlo con la elegancia de observar que la crítica provenía de una de esas “mujeres de una determinada edad que vamos a tener que trabajar para que las próximas mujeres que tengan plumas y escriban puedan no negar la existencia de otras haciendo otras cosas, claramente”. Con un circunloquio ininteligible digno de alumno rindiendo un oral sin haber estudiado, la adalid de la carnalidad se defendió diciéndole “vieja” a su contrincante. Atrapados entre la frivolidad de la candidata y la edad de la analista nos desayunamos con que el paso del tiempo devino contraargumento dialéctico. Y suprema ironía, ambas dijeron la verdad. Es correcto que Golosa Paz aborda la política con insultante superficialidad. También es acertado definir a Sarlo como adulta mayor. Ahora bien, es en la relación entablada entre las aserciones válidas donde habita el sinsentido de la cuestión.
La tensión trabada entre enunciados correctos radica en las posibles derivaciones de las premisas enfrentadas. Denunciar que el tratamiento liviano de la cosa pública representa un error bien puede colegirse al evocar el origen del entredicho. Hablar del anclaje partidario como causal de la alta frecuencia de los coitos mientras la proa del FDTitanic toca el lecho marino escandaliza por la puerilidad con la que se enmascara la tragedia general. Ahora bien, rebatir la observación impugnando al autor de la misma por la cantidad de veces que sopló las velitas (dicho sin connotación sexual alguna)retrotrae la calidad de la discusión política al nivel de la pubertad institucional. Pero tal vez eso sea exactamente lo que ocurrió. Sólo las pavadas dichas y hechas durante la efervescencia hormonal del despertar sexual podrían encuadrar de forma acabada (también expresado sin implicancia tórrida alguna) la sandez concupiscente de Golosa Paz.
Inmune a las críticas, indiferente a los escándalos y más allá de pacaterías burguesas como la vergüenza, el programa de acción del kirchnerismo en campaña bascula entre polos de femeneidad vigorizada por el costumbrismo maternal. A falta de logros concretos y con sobrante de fracasos efectivos, el proselitismo practicado por un populismo que distribuye miseria se apalanca simbólicamente en alusiones a la fertilidad. Por un lado despunta el aviso donde se pone el acento en la insólita cantidad de nietos con que Victoria Tolosa Paz puebla el suelo patrio. Sin jamás olvidar la profusión de hijos con que Moreau corrobora empíricamente su extraordinaria performance en el amor, por el otro costado asoma la reivindicación del rol de la mujer a través del coqueteo público con imágenes que sugieren el embarazo de Fabiola. Señora solitaria (diría Emmanuel) que en el mundo albertista se prepara una fiesta sorpresa a ella misma.
La potencia propagandística de la mujer con la prole en acto o en potencia propala consignas a contramano de la acostumbrada liturgia K. ¿La algarabía asociada a la procreación devino dispositivo de captación de votos en una tradición partidaria donde el reflejo lacrimógeno de la viudez fue el principal mediomundo electoral? Sea como fuere, el lugar destacado de la mujer en el campo nac&pop reconoce genealogía venerable y reviste importancia capital dentro del repertorio de hipocresías de quienes viven “combatiendo al capital”. Desde la primera época sabemos por boca de la segunda esposa que dentro del peronismo: “Las mujeres no necesitamos pensar, el General lo hace por nosotras. Seremos implacables y fanáticas. No pediremos ni capacidad, ni inteligencia. Aquí nadie es dueño de la verdad, nada más que Perón, y antes de apoyar un candidato le exigiremos en blanco un cheque de lealtad a Perón, que llenaremos con su exterminio cuando no sea lo suficiente hombre como para cumplirlo”.
Una corriente política tan género inclusiva y matriarcal donde el oxímoron de la Evita Montonera convive con el camelo de la Evita Feminista no podía menos que valorar la elíptica contribución albertista para la deconstrucción del patriarcado. Las explicaciones esgrimidas desde la Casa Rosada ratifican el abrazo kirchnerista a la ortodoxia justicialista. Constelación de ideas progresistas patentizada en la representación de las mujeres como autómatas obedientes conforme el parecer de la “Jefa Espiritual de la Nación”. Atentos a la endeblez de una narrativa presidencial donde la maniobra consiste en incriminar a “su compañera” como testimonio de convicciones género, el choque de consideraciones discrepantes se recorta sobre un fondo de dignidad femenina diagramado en valores “implacables y fanáticos”.
Ante tamaña ebullición ideológica los comentaristas oficiosos no tardaron en enriquecer el zafarrancho con escolios ampliatorios. Expandiendo aún más el cosmos de ideas de equidad, Aníbal Fernández destacó la virtud del descargo presidencial con enunciados dignos de Simone de Beauvoir: “¿Qué va a hacer el presidente? ¿Cómo en la edad media, llegar y cagarla a trompadas?”. La observación destinada a desmontar la hegemonía masculina sin lugar a dudas hizo las delicias de Elízabeth Gómez Alcorta, Gabriela Cerruti y Vicky Donda. El disfrute propiciado por la revolucionaria reflexión trepó hasta las cotas del pasmo enmudecedor ya que ninguna de ellas atinó a decir nada al respecto. Qué grande la morsa…
Hablando de bestias, cabe destacar que la biología demuestra que los animales con dos cabezas representan aberraciones deletéreas destinadas a morir a poco de nacer. O que directamente vienen al mundo ya fenecidos. Las ciencias naturales también dan testimonio de gemelos que en el vientre materno protagonizan una competencia existencial donde uno termina fagocitando al otro. El cuarto gobierno K logró la proeza de combinar horrores con tanta originalidad que debería constar en los anales del conocimiento médico: parió una criatura bicéfala en la cual la segunda cabeza canibaliza a la primera y, epítome de la genuflexión, la testa en proceso de ser devorada se esmera hasta la indignidad por satisfacer a la que la engulle.
La singularidad bio-política (perdón Foucault) corre pareja con el portento transaccional que la hizo posible. El costo de ocupar el sillón de Rivadavia consistió en degradar el volumen político de la poltrona presidencial a banquito de penitencia emplazado en el rincón de la vergüenza. Pero mal que le pese a los que cantaron vale cuatro ante el advenimiento del quimérico “peronismo racional”, la mano de naipes populistas se veía venir desde que la jefa barajó la jugada original. Fernández le ofreció la presidencia a Fernández a condición de ejercerla conforme los designios de quien efectuó la propuesta. La confusión entre apellidos produce un vértigo minúsculo en comparación con la desorganización mayúscula desatada en el quehacer estatal desde el regreso de un peronismo bicéfalo y autófago que esta vez, por fortuna, volvió mejor.
La vuelta de lo nuevo representa una paradójica reiteración de lo sin precedentes. Enredo intelectual de fácil traducción política nacional: peronismo. Movimiento donde creación de propuestas y repetición de defraudaciones se funden hasta la indistinción en una aleación partidaria de intereses inflexibles y valores de plastilina. Como en el mito del eterno retorno, bajo la férula justicialista Argentina revive una y otra vez desgracias pasadas como si fueran construcciones presentes sin sospechar que con cada réplica labra un futuro cada vez más atrasado. Enjaulado entre rejas de servilismo y emulación, el peronismo porfía en copiar y copiarse. Y sin lugar a dudas lo consigue siempre, a costa de gestar la versión más berreta de lo que reproduce.
En la más reciente volteada de adulteraciones, los laberintos del conocimiento metafísico se adaptan a la unidad básica en la lectura de los horóscopos. En honor a López Rega, insigne ocultista que el PJ insiste en repudiar de su genealogía por la menudencia de haber hecho desaparecer más de mil ciudadanos durante un gobierno constitucional peronista, Vilma Ibarra inauguró la nueva entrega de la saga del populismo místico con la carta astral del presidente. En el pronóstico sobre el futuro del hombre que vino a poner a Argentina de pie le vaticinó un hado de superación: “está predestinado a construir sobre las cenizas”. La previsión no pudo dar más en la tecla. Aunque omitió el origen de los restos carbonizados. En menos de dos años el presidente testimonial prendió fuego todo. Veremos cómo sale parado de las pavesas humeantes.
Para no quedar a la zaga en materia de dislates, Golosa Paz renovó las expectativas partidarias por los astros y, de paso, la especulación sobre los planetas y las estrellas la autorizó a descubrir razones superiores detrás de los cataclismos mundanos. “La Argentina es cáncer porque el día que se independizó como país, el 9 de julio de 1816, era cáncer. Hay movimientos que estudian las cartas de los países y ven cómo son (…) De ahí sale la crisis del 29 de Estados Unidos, por qué el derrumbe (sic) de las Torres Gemelas, por qué pasa lo que pasa con la crisis del 2001 en Argentina”. La inesperada sapiencia oracular de la candidata pitonisa torna comprensibles las grandes tragedias contemporáneas. Parecería que la postulante puede entrever las tramas del destino contemplando el oscuro firmamento durante los esporádicos impasses de sosiego de las agitadas noches de festichola justicialista
Ya que las encuestas dan para atrás quizás el estudio de los cuerpos celestes ayude a patear los problemas para adelante. Al fin y al cabo el manejo irresponsable del tiempo marca el verdadero signo de todo buen populismo. Fiel a su caracterología zodiacal, la impronta del cuarto kirchnerismo consiste en el canje permanente del futuro por el presente. Pero en esta ocasión al gobierno el trueque no le alcanza ni para empeñar el corto plazo porque el porvenir ya fue hipotecado por sus tres versiones anteriores. Así que la operación de intercambio se resume en la prestidigitación de permutar tangibles realidades de deterioro por ilusiones de próximo bienestar. Como dice el spot del FDT: “vamos a salir”. De esa forma si el suelo de los hechos colapsa por obra de disposiciones gubernamentales delirantes, mejor mirar hacia las alturas en procura de indicios de profecías trágicamente autocumplidas por quienes las anuncian: a Argentina sólo la puede gobernar el peronismo. Así nos va…