El Club del Progreso nació hace más de un siglo y medio, con el propósito de reunir a personas de diferentes pensamientos, pero con idénticos objetivos, marcados por el ideal del progreso moral y material de nuestro país.
Para quienes adscribimos al ideario radical, el Club del Progreso guarda algunos secretos y tesoros invaluables en el plano simbólico: por sus rincones supo transitar nuestro fundador Leandro Alem y aún se conserva en el ingreso al Club la mesa donde yació su cuerpo la trágica noche del 1 de julio de 1896.
La pandemia ¿culpable de todo?
Cuando la crisis social, sanitaria y económica ocasionada por la pandemia pase, Argentina estará peor que a su inicio y peor que sus vecinos. Dos datos clave lo demuestran:
➢ Según CEPAL, encabezamos la lista de países de América Latina que han incrementado – a pesar de las ayudas oficiales- los niveles de pobreza en el año 2020, triplicando el promedio de 3,2 puntos porcentuales de los 17 países de la región analizados.
➢ Para la OCDE, nuestra economía tardará más de cinco años en recuperar los niveles de actividad económica previos a la pandemia.
Pero volviendo al eje principal, me formulo la misma pregunta ¿es la pandemia la culpable de todo? o ¿estos indicadores preocupantes, configuran la cruda realidad en cuanto a la administración de la misma?
En términos políticos, podríamos decir que la pandemia empobreció al país económicamente y, también, institucionalmente. La situación de emergencia pareció sentarle cómoda al oficialismo que dictó más DNU que leyes sancionadas por el Congreso.
Esta falta de diálogo institucional resta certidumbre y ofrece muy poca previsibilidad a futuro con las consecuencias que esto tiene en el desarrollo de un país, principalmente en materia de inversiones que durante este periodo han sido refractarias para con Argentina.
De ahí que resulte imprescindible recuperar, difundir y multiplicar espacios abiertos de diálogo como los que propone el Club del Progreso. Estos espacios son fundamentales en tiempos donde la búsqueda de atajos a la hora de adquirir conocimiento, que suelo conceptualizar como “retórica de solapa”, están a la orden del día.
Retórica de solapa y derechos humanos
La retórica de solapa configura uno de los ejes principales de todas las narrativas populistas, que en la región de América Latina encuentran acogida. Esta narrativa, que solemos llamar “relato”, es un rasgo típico de los populismos en todo el planeta y, lamentablemente, Argentina no es la excepción.
Un claro ejemplo de lo mencionado es cuando se pretende justificar la falta de vigencia plena de los derechos humanos en regímenes tales como los de Nicaragua, Venezuela y Cuba, con la vaga y mal intencionada interpretación de la doctrina de no injerencia del Yrigoyenismo.
En el discurso de Parque Norte del Presidente Alfonsín -más citado que leído- encontramos la respuesta que desarticula toda interpretación superficial y ciertamente de solapa que suele tener alguna dirigencia: “La plena vigencia de los derechos humanos será un valor fundamental, tanto en lo interno como en lo internacional, y para su defensa no se admitirán barreras geográficas o ideológicas de ningún tipo. En este terreno no hay injerencias indebidas.”,
¿Cómo salir hacia adelante?
Seguramente la salida no será encontrada por una sola persona, eso sería subestimar la profundidad de la crisis en que estamos inmersos. Por eso, creo imprescindible apuntalar un sentimiento colectivo, que nos pueda hacer trabajar mancomunadamente para encontrar las mejores alternativas de salida.
Recuperar la noción de progreso, como concepto aspiracional que exprese el acceso a la modernidad, es vital para volver a tener la autoestima y herramientas necesarias para salir de esta crisis, evocando y nutriéndonos de experiencias nacionales con resultados palpables, como fue la usina de pensamiento que surgió en otras épocas en el Club del Progreso.
Sin lugar a dudas el estudio pormenorizado y el abordaje multidimensional debe ser la premisa principal en la búsqueda de soluciones; como así también entender que el progreso económico en cualquier aspecto viene dado de la mano de la previsibilidad institucional. Sin esto, no hay salida posible.
Diversidad, diálogo, estudio, respeto por la democracia y los derechos humanos en todo el mundo, asi como instituciones fuertes y sólidas, asoman como posibles vías a explorar y trabajar.