jueves 28 de agosto de 2025
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De Spagnuolo a Menem

I. Diez días transcurrieron desde que nos anoticiamos que existía un señor llamado Diego Spagnuolo, cuyos tonos de voz pudimos apreciar a través de un audio. Desde ese momento nos empezamos a interiorizar acerca de un señor que llegó a las filas de La Libertad Avanza de la mano de José Luis Espert, un señor que lo representó jurídicamente a Milei más de una vez y un señor que era uno de los asistentes más frecuentes a la residencia de Olivos y a la Casa Rosada. También nos enteramos que había sido designado, gracias a esos méritos, como titular de la Agencia Nacional de Discapacidad, aunque nos resultó imposible averiguar si el caballero conocía algo del tema, porque hasta el momento del incidente con los audios el personaje era anónimo, o casi anónimo, uno de los tantos pajarracos que revolotean por las inmediaciones del poder dispuestos a servir a cualquier causa si a cambio le aseguran la posibilidad de enriquecerse. Corregiría lo del anonimato de Spagnuolo, porque poco tiempo antes de su ascenso al estrellato mediático el hombre probó su valía arrasando con argumentos de lógica de hierro a Ian Moche que, como todos recordarán, se trata de un niño autista que vaya uno a saber por qué motivos no solo despertó las iras de Spagnuolo sino también las de su jefe, es decir, el presidente de la nación. Sin audio, pero con su reconocible voz, Spagnuolo demostró que lo que más sabe en materia de discapacidad es cómo negarle derechos a los discapacitados. Con impecable prosa política arrinconó al niño y a la madre con una demoledora pregunta: ¿Por qué yo debo pagar peaje y vos en cambio pasás gratis? Bien ahí Spagnuolo. No sé si leyó a Mises o a Rothbard, o si prestó atención a las arengas de Milei, pero está claro que el hombre había incorporado a su delicada sensibilidad lo más importante.

II. A Spagnuolo le recuerdo que hasta en el mundo de los cuenteros hay códigos. A un niño, a un ciego, a un paralítico, se los respeta y no se los estafa. Nuestro funcionario libertario parece desconocer esa lógica en la que resulta legítimo para el currículum de un cuentero robarle la plata al cieguito que vende golosinas en la puerta de algún edificio público. Digamos, a modo de conclusión, que previo a su salto a la fama a través de un audio o de varios audios, Spagnuolo se había destacado por arrinconar contra las cuerdas a Ian Moche y a su madre. Gran hazaña libertaria. Respecto de los derechos de los discapacitados, te lo debo para más adelante o para nunca. Este es el personaje que los hermanos Milei consideraron idóneo para representar a su gobierno en la lucha contra la casta. El problema con personajes como estos es que ante el menor contratiempo no dudan en entregar a la madre, a la abuelita y a la nieta que está por nacer. Son así. Ni siquiera hay motivos para enojarse con ellos. Si la palabra “responsabilidad” en estos casos tiene alguna importancia, esa palabra hay que emplearla para quienes lo conchabaron. Ahora bien, y a modo de confidencia íntima, digo que hay que ser canalla en el sentido más sórdido e inmundo de la palabra, para hacer negocios por debajo de la mesa con la plata de los discapacitados, mientras públicamente se le niega un miserable aumento  .

III. Si lo que he podido averiguar de este escándalo es cierto, Spagnuolo hasta el momento es el gran ausente. Como dice un poema infantil: “Nadie sabe dónde vive, nadie en la casa lo vio…”. Si en el futuro estos episodios dieran lugar a una serie televisiva, estimo que los tramos decisivos del guion, la historia más importante, no sería tanto la denuncia acerca de las coimas que el poder político cobra, sino las agitadas diligencias que en estos días deben estar haciendo los operadores del poder, los flamantes servicios de inteligencia tan bien aceitados por el joven Caputo, para tapar la mugre, disimular los daños y si es posible silenciar al indiscreto. No estamos en México o en Colombia como para que ese silencio al indiscreto sea absoluto, pero los operadores argentinos en el ejercicio del poder no le faltan recursos para cambiar lo que haya que cambiar, corregir lo que haya que corregir y después confiar en que a los argentinos los escándalos sobre corrupción le interesan pero no los escandalizan demasiado porque ya están algo acostumbrados a estos espectáculos. Si Menem y Cristina ganaban elecciones con un escándalo de corrupción todas las semanas, por qué suponer que ahora estos criterios complacientes han cambiado.

IV. Lecciones elementales de gramática: “Corrupción”, se escribe con C de coima y C de casta. A no confundirse. Como Kirchner se escribe con K de Karina. Nada nuevo bajo el sol. Hace más de treinta años el compañero José Luis Manzano habló del robo para la corona. El único cambio que hubo en todos estos años es interpretativo, hermenéutico si me permiten la palabra: ¿Roban para la corona, roban para ellos o roban para los dos? No creo que la pregunta exija conocimientos especiales para responderla. Lo seguro en todos los casos es que roban. Cómo se acuerda el reparto, es un problema posterior. En el caso que nos ocupa, daría la impresión que Spagnuolo más que reclamar su botín lo que decidió hacer es no quedar pegado a los cables. Debe de haber considerado que sus jefes políticos eran poco profesionales en el arte del saqueo, se cubrió las espaldas y dijo lo que dijo. Si antes se lo dijo a Javier, o se lo advirtió al granadero de la Casa Rosada, es algo que por el momento no estoy en condiciones de responder. Lo seguro en todos los casos es que lo que pasó, pasó.

V. Se dice que los audios están editados y son viejos; que fueron la consecuencia de una operación malvada para perjudicar a los hermanitos Milei. Puede ser. Yo diría casi con seguridad que se trata de una operación, es decir, de una suma de decisiones destinadas a perjudicar a Milei. A los más distraídos les recuerdo que en política todas las decisiones, las que se toman bajo la luz del sol o amparados por el resplandor de la luna, son operaciones. Es decir, operativos preparados para provocar un desenlace; operativos que nunca son espontáneos, operativos en los que suelen estar involucrados los opositores al gobierno y en más de un caso los opositores internos al gobierno. Así es la vida, así son  las rutinas del poder. Un presidente sabe, debe saber, que apenas asume ya hay expertos en el arte de serruchar pisos. Lo que diferencia un operativo de otro es su eficacia. Y en todo caso, su verdad. Watergate fue un operativo perfecto, una operación programada por los enemigos de Nixon para mandarlo a los zanjones de la historia. Nixon se cansó de denunciar los intereses que se movilizaban en su contra. Habló de los diarios, de los periodistas, de los servicios de inteligencia, de las puñaladas por la espalda. Y tenía razón. Tenía razón, pero el único problemita que no pudo resolver es que el espionaje era verdadero, y de allí en más eran ciertas todas las trapisondas de la presidencia imperial.

VI. Por supuesto que este escándalo que compromete a las máximas autoridades del país es una operación. El tema de fondo no es decir lo obvio, sino preguntar si efectivamente la señora Karina es “el jefe” que maneja las cajas y las correspondientes recaudaciones. Tampoco sirve decir que los Kirchner robaban y Macri estaba lejos de ser un santito. Y no sirve, porque debido a que los Kirchner robaban es que una mayoría de argentinos decidió votar a Milei. Terminar con la inflación y con los privilegios de la casta, fue su promesa. La inflación está controlada, no mucho más, pero los privilegios de la casta pareciera que funcionan a pleno. Desde el Criptogate en adelante la credibilidad moral de los hermanitos Milei empezó a estar en tela de juicio. Hasta ahora, la única respuesta satisfactoria la ha dado Martín Menem, diciendo que pone las manos en el fuego por Milei y por su primo Lule. Ahora sí que me quedo tranquilo. Un Menem auténtico devenido en garante de la moralidad pública.

Publicado en El Litoral el 27 de agosto de 2025.

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