El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ostenta la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), prácticamente la única instancia de ámbito regional existente en América Latina. En tal condición debería constituirse en el mayor garante de la unidad de una región fragmentada. Pero su reacción, profundamente nacionalista e incluso al borde del belicismo en relación al reclamo por la soberanía de una isla amazónica en poder del Perú parece ir en otra dirección.
A la vez, Petro también se autoproclama gran seguidor de Simón Bolívar, a cuya autoridad acude una y otra vez para justificar sus decisiones políticas. Esto hizo a comienzos de año, cuando rechazó las deportaciones de Donald Trump, a quien le respondió airado: “No nos dominarás nunca. Se opone el guerrero que cabalgaba nuestras tierras, gritando libertad y que se llama Bolívar”. El 1º de mayo, en una concentración en respaldo de sus reformas sacó a pasear a la espada del Libertador, la que “nos comanda y nos guía en esta lucha por los derechos y la libertad del pueblo”. De ser consecuente con el pensamiento bolivariano de construcción de la Patria Grande y trabajar por la unidad y la integración latinoamericanas sus acciones deberían ser muy distintas, pero no lo son y caminan en el sentido contrario.
Si bien las relaciones de Bolívar con Perú nunca fueron buenas y predominó un mutuo sentimiento de rechazo, esto no puede convertirse en un justificante de actitudes altisonantes. En 1823, en una carta a Francisco de Paula Santander, Bolívar señalaba: “Esto [Perú] no es Colombia y yo no soy peruano; … en el Perú no se pueden hacer las cosas como en Colombia, y yo, en calidad de colombiano, menos aún, porque siempre seré extranjero y siempre excitaré los celos o la desconfianza de estos señores… He llegado a arrepentirme de haber venido”. En esa época, el peruano José Joaquín de Larriva le respondía con unas coplas que decían: “Cuando de España, las trabas/ en Ayacucho rompimos,/ otra cosa más no hicimos/que cambiar mocos por babas./ Nuestras provincias esclavas/quedaron de otra Nación./Mudamos de condición,/ pero sólo fue pasando/ del poder de Don Fernando/al poder de Don Simón”.
En la celebración del 206 aniversario de la Batalla de Boyacá Petro afirmó que la isla Santa Rosa, en la región peruana de Loreto, en realidad les pertenece y que Lima habría violado el Protocolo de Río de Janeiro firmado en 1934, al haber copado territorio colombiano. En su discurso, señaló que su país “no reconoce la soberanía del Perú sobre esa isla” y que “desconoce a las autoridades impuestas” en el territorio en disputa. Se da la circunstancia de que la isla de Santa Rosa comenzó a formarse mucho tiempo después de firmado el tratado, a partir de los sedimentos arrastrados por el Amazonas y su existencia no está recogida en el acuerdo diplomático entonces alcanzado.
Más allá del protagonismo compartido por unos y otros en el origen del conflicto y a la posibilidad de que Colombia deje de tener frontera fluvial con Perú en la zona de Letizia, la irresponsabilidad de ambos es elevada. A nadie se le escapa que en los dos países habrá elecciones presidenciales el año próximo (abril de 2026 en Perú, mayo en Colombia) y si bien ni Petro ni Dina Boluarte, con solo un porcentaje de aprobación del 3%, se presentarán a la reelección, ya están calentando motores.
Así, se ha visto a Daniel Quintero, exalcalde de Medellín y precandidato presidencial del Pacto Histórico, el movimiento que impulsa Petro, izar la bandera colombiana en plena Santa Rosa. En un video propagandístico y provocativo, de marcada exaltación nacionalista, señaló: “De ninguna manera dejaré perder el río Amazonas a manos de Perú. Ya nos robaron demasiado con Panamá y el mar de San Andrés con Nicaragua. Nuestra Colombia se defiende con el alma, y como presidente, si Dios quiere, así lo haré”. Por su parte, Keiko Fujimori, que una vez más intentará ser presidenta, calificó a Petro de “guerrillero”, lo acusó de agitar el conflicto y utilizarlo como cortina de humo ante los fuertes problemas internos de su país y le advirtió: “Con el Perú no te metas”.
Llama la atención la facilidad con la que algunos gobiernos y políticos latinoamericanos se deslizan por la pendiente retórica de las descalificaciones y el conflicto, que a su vez retroalimentan la fragmentación y los bajos niveles de cooperación, colaboración y coordinación intergubernamental. Hoy estaríamos en otro lugar y hablando de otras cosas si en lugar de insultos y acusaciones cruzadas, e incluso de llamamientos bélicos y de exaltaciones patrióticas, se comenzara por buscar una salida diplomática que incluyera, por ejemplo, la explotación conjunta de los territorios en disputa.
Publicado en El Periódico de España el 15 de agosto de 2025.
Link https://www.epe.es/es/actualidad/20250815/nacionalismo-tambores-guerra-amazonas-opinion-carlos-malamud-120625841