La guerra ya está en Europa, lleva más de tres años devastando Ucrania. Pero es otro tipo de conflicto el que profetiza y conjura un eminente profesor del King’s College de Londres, una de las universidades más prestigiosas del mundo en la disciplina de «Estudios sobre la Guerra». En un artículo publicado en agosto en la revista Military Strategy Magazine, David Betz advierte del riesgo de guerras civiles en los países europeos, especialmente en Francia y el Reino Unido. Su estudio, sólidamente argumentado, no es un artículo de opinión ni una crónica apocalíptica, sino un artículo de investigación, científicamente aprobado «por pares».
Mientras que las amenazas externas pesan mucho en el entorno —hace poco, el general Thierry Burkhard dio una última rueda de prensa como jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas sobre las amenazas rusas, iraníes y chinas—, el investigador británico sostiene que el principal peligro podría provenir en realidad del interior. Durante mucho tiempo, el mundo occidental se creyó inmune a las guerras civiles, convencido de que una población moderna, democrática y próspera no podía caer en el caos. Para David Betz, esta certeza es ahora cosa del pasado, ya que nuestras sociedades se han «fracturado».
Una sociedad fracturada
Ironía del destino: para David Betz, son nuestras propias políticas —y más concretamente las políticas que él califica de «identitarias»— las que han fracturado profundamente nuestro país. La política identitaria, explica Betz, se refiere a un enfoque en el que grupos definidos por su origen racial, religioso, étnico o cultural defienden prioritariamente sus intereses, en detrimento del interés colectivo. Es precisamente este factor el que, según él, hace probable una guerra civil en Occidente.
Ironía del destino: para David Betz, son nuestras propias políticas —y más concretamente las políticas que él califica de «identitarias»— las que han fracturado profundamente nuestro país. La política identitaria, explica Betz, se refiere a un enfoque en el que grupos definidos por su origen racial, religioso, étnico o cultural defienden prioritariamente sus intereses, en detrimento del interés colectivo. Es precisamente este factor el que, según él, hace probable una guerra civil en Occidente.
Si bien el autor recuerda que una sociedad heterogénea no está necesariamente más expuesta al riesgo de conflictos internos, considera que la situación en Occidente es particular: «Las sociedades más inestables son aquellas que son moderadamente homogéneas, sobre todo cuando una mayoría tradicional percibe que se cuestiona su estatus, o cuando una minoría importante dispone de los medios para levantarse por sí sola».
Este cambio sería reciente. Hace solo una generación, explica Betz, las naciones occidentales podían describirse como ampliamente unidas por un sentimiento de identidad y un patrimonio común. Hoy en día, se presentarían como «entidades políticas desarticuladas, rompecabezas de tribus identitarias rivales», que a menudo viven en comunidades separadas.
Este cambio sería reciente. Hace solo una generación, explica Betz, las naciones occidentales podían describirse como ampliamente unidas por un sentimiento de identidad y un patrimonio común. Hoy en día, se presentarían como «entidades políticas desarticuladas, rompecabezas de tribus identitarias rivales», que a menudo viven en comunidades separadas.
Para respaldar su argumento, Betz cita el concepto de «guerra cultural» y al sociólogo James Davison Hunter, quien a su vez recuerda las palabras de Oliver Wendell Holmes: «Entre dos grupos que aspiran a crear mundos incompatibles, no veo otro remedio que la fuerza».
Pérdida de confianza política
A la fractura social se suma un profundo desencanto con las élites políticas, acusadas de vivir alejadas de la realidad, incapaces de comprender la magnitud de los retos y de aportar respuestas tangibles, explica el autor. Esta brecha creciente alimentaría un sentimiento de marginación, a veces de ira sorda, que erosiona pacientemente el cemento de la cohesión nacional.
Pérdida de confianza política
A la fractura social se suma un profundo desencanto con las élites políticas, acusadas de vivir alejadas de la realidad, incapaces de comprender la magnitud de los retos y de aportar respuestas tangibles, explica el autor. Esta brecha creciente alimentaría un sentimiento de marginación, a veces de ira sorda, que erosiona pacientemente el cemento de la cohesión nacional.
Al mismo tiempo, Occidente se enfrentaría a un estancamiento económico estructural: clases medias en declive, desempleo persistente, riqueza concentrada en pocas manos. Esta doble crisis —política y económica— dibuja un panorama inestable, en el que se combinan frustraciones y desigualdades. Un terreno, según el autor, especialmente propicio para el estallido interno.
Demografía y polarización
David Betz destaca que, paralelamente a la fractura social, una fractura demográfica acentuaría la polarización. La instalación masiva de inmigrantes en las grandes ciudades crearía una brecha cada vez mayor con las zonas rurales, donde la heterogeneidad étnica sería mucho menor. Según él, los futuros conflictos civiles en Occidente se trazarían por lo tanto en líneas étnicas y, debido a la distribución demográfica, estos enfrentamientos adoptarían formas distintas, oponiéndose las ciudades y el campo.
Demografía y polarización
David Betz destaca que, paralelamente a la fractura social, una fractura demográfica acentuaría la polarización. La instalación masiva de inmigrantes en las grandes ciudades crearía una brecha cada vez mayor con las zonas rurales, donde la heterogeneidad étnica sería mucho menor. Según él, los futuros conflictos civiles en Occidente se trazarían por lo tanto en líneas étnicas y, debido a la distribución demográfica, estos enfrentamientos adoptarían formas distintas, oponiéndose las ciudades y el campo.
A esta fractura demográfica se suma una polarización política cada vez más marcada. Las grandes ciudades, más diversificadas desde el punto de vista étnico y cultural, tienden a mantener una relación casi antagónica con el resto del país. El autor menciona a este respecto los resultados de la primera vuelta de las últimas elecciones europeas: 457 circunscripciones francesas situaron al Rassemblement National en cabeza, mientras que solo 119 —principalmente metrópolis— optaron por otras formaciones políticas.
«Ciudades salvajes»
David Betz alerta sobre una «angustia civilizacional» que ya estaría debilitando los cimientos mismos de nuestras sociedades. Según él, esta crisis se manifiesta, en particular, por una creciente pérdida de control de las autoridades sobre determinadas zonas, a las que califica de «ciudades salvajes». Este concepto, tomado de Richard Norton en un ensayo de 2003, se refiere a «una metrópoli de más de un millón de habitantes en la que el Gobierno ha perdido la capacidad de hacer respetar el Estado de derecho, sin dejar de ser un actor en la escena internacional».
«Ciudades salvajes»
David Betz alerta sobre una «angustia civilizacional» que ya estaría debilitando los cimientos mismos de nuestras sociedades. Según él, esta crisis se manifiesta, en particular, por una creciente pérdida de control de las autoridades sobre determinadas zonas, a las que califica de «ciudades salvajes». Este concepto, tomado de Richard Norton en un ensayo de 2003, se refiere a «una metrópoli de más de un millón de habitantes en la que el Gobierno ha perdido la capacidad de hacer respetar el Estado de derecho, sin dejar de ser un actor en la escena internacional».
Según él, estas ciudades presentan características distintivas: altos índices de corrupción, zonas fuera del control policial, infraestructuras deterioradas, industrias en declive, deuda abrumadora y una policía de dos velocidades sustituida por la seguridad privada. «Muchas ciudades occidentales ya se ajustan a este perfil», advierte Betz.
Escenario de una guerra civil
En este contexto, Betz imagina el escenario que se desarrollará antes de la guerra civil: el mantenimiento del orden se volverá imposible, la violencia intercomunitaria se intensificará y la legitimidad política se derrumbará. La economía local quedará paralizada y se desmoronará rápidamente. Los habitantes fuera de estas zonas acabarán considerándolas perdidas, ocupadas por fuerzas extranjeras.
Escenario de una guerra civil
En este contexto, Betz imagina el escenario que se desarrollará antes de la guerra civil: el mantenimiento del orden se volverá imposible, la violencia intercomunitaria se intensificará y la legitimidad política se derrumbará. La economía local quedará paralizada y se desmoronará rápidamente. Los habitantes fuera de estas zonas acabarán considerándolas perdidas, ocupadas por fuerzas extranjeras.
Según Betz, la estrategia de los insurgentes consistirá en destruir las infraestructuras clave para provocar un «colapso sistémico, desencadenando así un caos urbano incontrolable y acelerando la desestabilización nacional».
Consecuencias previstas de una guerra civil en Occidente
Aunque cada guerra civil es única, hay ciertas características que se repiten con frecuencia, según Betz, quien identifica, no obstante, varios rasgos comunes esenciales para comprender lo que nos esperaría si finalmente se produjera en nuestro territorio.
Consecuencias previstas de una guerra civil en Occidente
Aunque cada guerra civil es única, hay ciertas características que se repiten con frecuencia, según Betz, quien identifica, no obstante, varios rasgos comunes esenciales para comprender lo que nos esperaría si finalmente se produjera en nuestro territorio.
Entre ellas, la destrucción del patrimonio cultural —museos, archivos, monumentos— por vandalismo o saqueo, que borra una parte esencial de la historia y la identidad nacional.
Además, la guerra civil provoca desplazamientos masivos de población, a menudo organizados estratégicamente, lo que modifica profundamente la demografía y desgarra el tejido social. Por último, las guerras civiles son largas y sangrientas, con pérdidas humanas que pueden alcanzar varios millones en casos extremos, recuerda el investigador.
¿Qué probabilidad hay?
Además, la guerra civil provoca desplazamientos masivos de población, a menudo organizados estratégicamente, lo que modifica profundamente la demografía y desgarra el tejido social. Por último, las guerras civiles son largas y sangrientas, con pérdidas humanas que pueden alcanzar varios millones en casos extremos, recuerda el investigador.
¿Qué probabilidad hay?
En un país en el que se dan las condiciones adecuadas, el riesgo de que estalle una guerra civil es de aproximadamente un 4 % anual. Según sus cálculos, en un periodo de cinco años, esta probabilidad alcanzaría casi el 19 %. Si tenemos en cuenta que al menos diez países de Europa podrían enfrentarse a esta amenaza, las posibilidades de que se produzca un conflicto violento en alguno de ellos en los próximos cinco años aumentan hasta el 87 %. Y si ampliamos el análisis a 15 países, esta probabilidad supera incluso el 95 %. Sobre todo, Betz destaca que estos disturbios pueden propagarse: estima en alrededor del 60 % la probabilidad de que un conflicto surja en un país occidental y se extienda a los demás en un plazo de cinco años.
En particular, Francia y el Reino Unido serían los países occidentales más expuestos a este riesgo, con «incidentes precursores» como atentados, violencia intercomunitaria y disturbios. En 2016, en Un président ne devrait pas dire ça (Un presidente no debería decir eso), unas declaraciones atribuidas a François Hollande ya dieron mucho que hablar: «¿Cómo evitar la división? Porque eso es lo que está ocurriendo: la división», afirmaba el entonces presidente socialista. Dos años más tarde, otro socialista, Gérard Collomb, declaraba al día siguiente de su dimisión como ministro del Interior: «Hoy vivimos unos junto a otros… Me temo que mañana viviremos unos frente a otros». Es exactamente la terrible cadena de acontecimientos que describe meticulosamente David Betz.
Publicado en Le Figaro el 13 de agosto de 2025.