miércoles 13 de agosto de 2025
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La fórmula Illa

Por Víctor Guillot.

Volver a Salvador Illa. Regresar a Illa un año después de su toma de posesión del cargo como president de la Generalitat de Catalunya. Algo ha cambiado. Rafael Sánchez Ferlosio, enorme y fecundo, defendía en un ensayo inagotable que mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado. Algo cambió en Catalunya hace un año. En realidad, cambió toda una mitología y una manera de observar y asir el mundo, cambió una dialéctica entre España y Catalunya que ofrece hoy un nuevo diálogo, una nueva estabilidad, una poética novísima de las relaciones políticas entre dos elementos que, anteriormente, se inspiraban en el conflicto y el bloqueo y hoy se expresan a partir de la confianza mutua y la necesidad de compartir poder, esperanza y proyectos políticos.

El sentido patrimonialista que el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra inyectaron a su partido provocó que desde la primera coalición electoral con el PSC en 1977, los principales dirigentes del PSOE nunca observaran con entusiasmo la posibilidad de que los socialistas catalanes alcanzasen algún día la presidencia de la Generalitat. Esta es una de las claves para comprender al PSOE de aquellos tiempos. Como ha recordado Enric Juliana en alguna ocasión desde las páginas del diario La VanguardiaFelipe González y Alfonso Guerra recibieron como una buena noticia el pacto de Adolfo Suárez con el exiliado Josep Tarradellas en octubre de aquel año. “El regreso de Tarradellas a Barcelona como presidente de la Generalitat provisional difuminaba el papel de los socialistas catalanes en el proceso autonómico y permitía al PSOE levantar con fuerza la bandera andalucista, a modo de compensación histórica”.

Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado. Ferlosio nos sirve de guía útil para comprender el estancamiento político del socialismo catalán hasta la llegada de Maragall primero, y de Illa después. En el principio no fueron, ciertamente, los dioses de los cielos los que impusieron sacrificios a los hombres en la tierra, sino los sacrificios de los hombres de la tierra los que pusieron dioses en el cielo. El sacrificio de Felipe González fue permitir que el pujolismo ocupara un espacio político en el universo catalán en detrimento del PSC. Fue la perpetuación de ese sacrificio político y electoral, a lo largo de varias décadas, lo que permitió que la mitología convergente, primero, y la soberanista, después, se cronificase hasta terminar en la sala segunda del TS del juez Marchena. Madrid ha sido una gran factoría de independentistas.


La llegada de Pedro Sánchez, hace siete años, al poder, permitió que los rituales de la política y sus viejos tropos cambiaran. La Ley de Amnistía, primero, y el triunfo electoral de Illa, después, han significado varias cosas. En primer lugar, la Catalunya agotada por el 
procés dio paso, por primer vez, en la historia democrática del país, a una mayoría no nacionalista representada en el Parlament. En segundo lugar, tras la Ley de Amnistía y las últimas elecciones autonómicas, se ha verificado que el PSC puede gobernar Catalunya sin socios. Un partido, un Gobierno. 

Las reglas de poder entre la Generalitat y La Moncloa se han redefinido. En Barcelona se convocarán elecciones cuando toque. Quizá esta sea la mayor garantía para confiar en las palabras de Pedro Sánchez: no habrá elecciones generales hasta 2027. Solo un anticipo de las primeras obligaría a resituar las cosas en todo el mapa electoral español. Por otra parte, la estrecha relación entre Barcelona y Madrid nos invita a pensar que mientras haya un Gobierno de Sánchez en la capital del Reino, habrá también un Gobierno socialista monocolor en Barcelona. Hasta hoy, Salvador Illa ha sido una función dentro de la ecuación que ha dado a los socialistas oxígeno en Madrid durante el último año, pero no hay que perder de vista que el factor tiempo hará que se inviertan los términos de la ecuación hasta el punto de que sea Sánchez quien le de oxígeno y recorrido a Illa y, por extensión, también al PSOE. 

A medida que transcurran los meses, será Pedro Sánchez quien tenga menos recorrido que el president de la Generalitat. El tiempo es así de cruel. El presidente del Gobierno dejará de ser el resultado y se convertirá en una función subordinada al interés del PSOE y de Illa para que en España haya un ejecutivo progresista.

Ciertamente, se irá perfilando otro socialismo donde el president de la Generalitat será una clave fundamental para el porvenir de todo un país, más allá de Sánchez. De momento, conviene tener en cuenta que la convergencia de dos liderazgos compartidos ha sido beneficiosa para estabilizar Catalunya y España y que, en definitiva, es el resultado final de una manera de entender el Estado español desde una vocación plurinacional que cohesiona la sociedad y genera certezas económicas.

El balance del primer año de Gobierno de Salvador Illa es fácilmente comprensible. Su asiento está atornillado a la estabilidad. Y esta idea se infiere a partir de dos hechos. El apoyo de los catalanes a la independencia ha caído y el respaldo a los partidos soberanistas es considerablemente menor en todos los sondeos. Los términos de valoración del Gobierno presentados hace tres semanas por el CEO catalán es el mejor, al menos desde que Pasqual Maragall llegó a la presidencia de la Generalitat.


En los próximos meses veremos de qué metal está conformada la popularidad de Salvador Illa. Su valoración es buena. Las comparaciones son odiosas pero necesarias. La popularidad de Pasqual Maragall comenzó a decaer a partir del accidente de metro de Barcelona que propició un pleno en el Parlament con ademanes polarizantes: un año y tres meses después de su elección, Maragall denunciaba las sospechas de que los convergentes recibían comisiones del 3% procedentes de las licitaciones de obra pública. Un líder mainstream acusaba a un partido mainstream de corrupción. Aquel día fue un punto de inflexión para el PSC. Maragall aguantó un año y medio más en el poder, convertido en una excepción a la regla y con el desencadenamiento posterior del soberanismo. Nada en Catalunya volvió a ser igual. Ni Montilla ni Más ni Puigdemont, Quim Torra o Pere Aragonés lograron mantener los índices de popularidad que mantuvo Maragall en su primera mitad de Gobierno ni tampoco los que está teniendo ahora Salvador Illa, gobernando con una mayoría parlamentaria no nacionalista que crecerá mientras no haya cambios importantes. 

Las derechas catalanas

Las estimaciones del CEO de julio consideran que el PP se mantendrá estancado durante los próximos mesesQuien crece a su costa es Vox y Aliança Catalana, mientras el PSC aún encuentra margen para aumentar su intención de voto un poco más. La estabilidad política sigue siendo hoy una gran demanda electoral que solo encuentra oferta entre los socialistas. Y crecerá si se mantienen las variables actuales.

La juventud catalana mantiene el mayor desafecto hacia el nacionalismo y las reivindicaciones de independencia de los últimos 40 años. Los menores de 25 años pasan. Nada habrá cambiado mientras no cambien los dioses. En las derechas, algo está cambiando. Los jóvenes menores de 25 años representan en la encuesta del CEO el mayor porcentaje de desafección hacia los sentimientos catalanes, el apoyo al soberanismo o a la idea de que Catalunya es una nación. El nacionalismo ha envejecido mal. Tradicionalmente, los sondeos dibujaban un mapa alternativo donde los jóvenes ostentaban la mayor simpatía hacia el secesionismo. Sin lugar a dudas, la juventud fue un factor que permitió que el independentismo obtuviera la mayoría absoluta en la década anterior. 


La victoria del PSC de hace un año fue posible a partir de la desmovilización del votante nacionalista o independentista. Lo que transmiten las encuestas desde las últimas elecciones catalanas es que el gen convergente no se ha desplazado hacia el PSC. Se mantiene en su casa, desmovilizados. 

La guerra de nuestros padres: Junts, Vox y Aliança Catalana

¿Qué fue de Jordi Pujol?, ¿qué fue de Artur Más? ¿Qué ha sido del gen convergente? La última muestra del CEO responde a un factor que suele pasar desapercibido. Los jóvenes que hoy están en edad de votar (hasta los 25 años) no recuerdan en qué papeleta despositaron su confianza anteriormente sus padres. El fin de Convergència y la irrupción de Junts provocó una quiebra en la transmisión generacional del voto. La mayoría de los jóvenes no identifica a sus padres con la papeleta de Convergència, a pesar de los históricos electorales que indican que sus padres apostaron en algún momento de su vida por la Convergència de Pujol o de Mas en sus respectivas elecciones. La guerra de los padres ha caído en el olvido de sus hijos. 

La última encuesta del CEO no percibe crecimiento del PP en Catalunya que, sencillamente, desaparece entre los posibles votantes con una edad por debajo de los 50 años. El PP no existe en intención de voto, mientras el tercer partido, VOX, se sitúa por detrás del PSC y ERC, que adelanta a Junts. En el campo de la derecha española se está produciendo el verdadero gran reemplazo. Se ha roto una costura. Hoy es posible un reemplazo del PP por VoxCuando es tan clara la relación entre la edad y el voto, quiere decirse que ahí están pasando cosas

Pero hay más costuras rotasLa segunda es la aparición de una derecha radical en el espacio independentista. Aunque se ha dicho que el nacionalista catalán es xenófobo, la realidad es que tanto Puigdemont como Quim Torra nunca fueron reconocidos abiertamente como tales. Aliança es una novedad histórica. La gran característica de Aliança es que ha logrado acelerar la agenda de Vox. 


En los últimos siete años, Vox se ha convertido en una fuerza política representativa y su morfología ha evolucionado bastante. Vox ha cambiado su discurso, más radicalizado, ha orientado su estrategia hacia el ámbito local donde muchos municipios disponen de un presupuesto gracias a su voto en los ayuntamientos. También ha destituido a una parte de su círculo dirigente y lo ha extendido hacia otros nuevos y extendido a niveles más bajos, como ha sucedido con muchos de sus dirigentes intermedios o autonómicos. Como corolario a esta metamorfosis, su presidente, Santiago Abascal, puede permitirse cuestionar a la Conferencia Episcopal que ha condenado la prohibición del culto musulmán en Jumilla: “No sé si su posición es por los ingresos públicos que reciben o por los casos de pederastia”, ha dicho.


En cambio, Aliança Catalana no ha necesitado siete años para llegar al mismo punto que Vox. Sus dirigentes, como es el caso de la alcaldesa de Ripoll, están aplicando el manual de política comparada de impugnación que ha elaborado en todo ese tiempo la ultraderecha en Europa y EE. UU. Llegan con el camino hecho y aplicando sistemáticamente cada propuesta, con una eficacia total. Hoy Aliança es un partido radical en la Catalunya interior que dispone de una buena ventana de oportunidad para lograr, incluso, quince escaños en el Parlament. Se ha convertido, para una parte importante del electorado más descontento de Catalunya, en el partido que satisface la demanda del voto protesta, como lo fue en su día Ciudadanos, como lo fue Podemos y Vox sucesivamente.

Si en las próximas elecciones municipales de 2027, Aliança logra un buen resultado, es muy probable que su dirección decida apostar por una candidatura a las elecciones generales que distorsionaría gravemente la política de apoyos de Junts que, curiosamente, resiste junto a ERC la presión que genera en Catalunya su respaldo al PSOE en Madrid. Y es que la mayoría de sus votantes prefieren que haya un Gobierno del PSOE con el apoyo de sendos partidos independentistas que uno del PP con el apoyo de Vox. 

Un catalán en la corte del rey Felipe VI

La España plurinacional de hoy es una imagen en la que Felipe VI y Salvador Illa comparten juntos un paseo por Barcelona. El Gobierno de Illa está desactivando al independentismo desde la cordialidad institucional, sin menoscabo de un proyecto que busca mejorar la vida de los catalanes. Illa ha encontrado una partitura que le permite reivindicar su españolidad sin restarse a sí mismo ni un ápice de catalanismo

Desactivar el ruido, apagar la crispación, encontrar una nueva centralidad. Quizá en la abstracción es donde más concreto, material y diáfano se hace el discurso político de Salvador Illa. Todo ello no ha dado más cancha al president. El procés pudo ser el 15M de los catalanes, pero si esto realmente fuera así, los años que gobernó Pere Aragonés no atenuaron la percepción que los ciudadanos catalanes tuvieron de Catalunya entonces: deterioro de su sistema público sanitario, empeoramiento de la calidad de la educación pública, infrafinanciación

¿Está realmente infrafinanciada Catalunya? Cualquier catalán, como cualquier asturiano, responderá siempre que sí. Cualquier presidente autonómico reclamará siempre mayor financiación al Gobierno central. La diferencia de Illa respecto de otros presidentes catalanes y, sobre todo, respecto de cualquier otro presidente autonómico, es que por primera vez, casi desde Montilla, un president defiende una mejor financiación para Catalunya porque beneficia al resto de España. Ha aquí el nuevo horizonte desde el que Salvador Illa despliega su proyecto político. He aquí el gran reto: si no consigue una mejor financiación para los catalanes y si no consigue que esta mejora sea vista como algo óptimo para el conjunto de los españoles, lo puede acabar pagando electoralmente muy caro. Pero aquí hemos venido a hacer política, no a jugar al repliegue nacional. 


La negociación del Estatut descabalgó a Maragall y a Montilla. El acuerdo entre partidos terminó convertido en una subasta donde cada uno de ellos estuvo dispuesto a mejorar la oferta de la competencia. Suele suceder. Después, el Estatut llegó al Congreso de los Diputados y después aterrizó en el Tribunal Constitucional. Lo demás ya lo sabemos. Esa era la España anterior a Pedro Sánchez. Nada habrá cambiado mientras no cambien los dioses. Por el contrario, la carrera política de Illa se ha hecho a sabiendas de que exagerar el discurso autonomista o nacionalista puede acarrear el riesgo de entregar el discurso español a otros. La España plurinacional es otra cosa. 


¿De qué manera se está sustanciando el proyecto político de Illa? En su primer discurso, el president de la Generalitat se dirigió a los catalanes y al resto de los españoles acompañado por la bandera catalana y también por la bandera española. A lo largo de la negociación de la financiación singular de Catalunya, hemos observado como Illa defendía un acuerdo destinado a mejorar la vida de los catalanes sin lesionar la financiación del resto de comunidades. Lo que es bueno para Catalunya debe serlo también para España. Antes de dar un paso en falso y defender un acuerdo que perjudique los intereses de España o del PSOE, está dispuesto a alargar una reforma durante los próximos dos años. De un modo similar, el traspaso de las cercanías ha venido acompañado de un sistema que conecta a Renfe con la empresa que gestione los cercanías en Cataluña y  la ampliación del aeropuerto del Prat se hará sin que AENA pierda el control de gestión, pero con una participación del 50,1% del Gobierno de la Generalitat. 

Y mientras tanto

El nivel de crítica y malestar que existe en las sociedad catalana de sus servicios públicos ha sido y es muy importante, antes del procés y después del procés lo que, en el fondo, evidencia que el proceso independentista fue la gran alfombra que tapó los problemas de la administración de la Generalitat. El fin del independentismo ha permitido levantar esa alfombra y evaluar el deterioro de la sanidad pública, los servicios sociales o el sistema educativo catalanes.

Hay muchas cosas que no van bien, pero el estado de la nación catalana no ha propiciado una valoración negativa sobre Salvador Illa. Y eso se debe, en gran medida, a que la oposición no tiene capacidad para decir que no se está gobernado bien. Illa ha desactivado una parte radiactiva del independentismo y ha conectado las instituciones catalanas con las del Estado. Catalunya tiene que mejorar muchas cosas y lo quiere hacer conectada al Estado. La legitimidad de Illa no solo procede de los votos sino de sus intereses: quiere manejar las palancas de gobierno del Estado. En definitiva, su proyecto pasa por tener más participación en las decisiones del Estado

Y este es el punto más rupturista del Gobierno de Salvador Illa. Madrid lo absorbe todo, se lo come todo. Para prueba, este botón: durante el periodo 1980-2020 se ha dado el mayor porcentaje de ministros nacidos en Madrid de toda la historia desde que existe el Consejo de Ministros. Eso significa que la élite política social madrileña acumula más poder que nunca en los últimos dos siglos. Rafael Sánchez Ferlosio nos lo volvería a decir: mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado.

Publicado en Agenda Pública el 11 de agosto de 2025.

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