viernes 8 de agosto de 2025
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La fábula arancelaria de Donald

Donald Trump, Nayib Bukele y Javier Milei son líderes de derecha americana que han llegado al poder gracias a los medios de comunicación. Del mismo modo, todo lo que hacen debe ser “televisivo”, rimbombante y espectacular.

La “guerra comercial” de Trump se inscribe en esa lógica, obedece a esa estética. Comenzó con sus vistosas pizarras que mostraban los aranceles que impondría al mundo todo, para luego posponerlas, negociarlas, suspenderlas o aumentarlas por razones meramente ideológicas, como en el caso de Brasil.

Las bolsas del mundo, el comercio y la producción internacionales parecen estar a merced de sus caprichos dado que todo su esquema va en contra de los Acuerdos de Bretton Woods de 1944, donde se pactó no fijar aranceles unilaterales como los establecidos en la Ley Hawley-Smoot, en 1930. Esa medida está incorporada a las reglas de la OMC, por lo tanto, se podría decir que son ilegales e ilegítimas.

Recordemos que la Ley de Aranceles de 1930, en plena crisis estadounidense, no hizo más que agravar las consecuencias de la debacle del comercio mundial y su catástrofe social asociada – Franklin D. Roosevelt la derogó en 1934. En un primer momento, la medida buscaba auxiliar a los granjeros castigados por el crack del ’29, pero luego de un período inicial de apariencia exitosa se profundizó el problema, porque en los dos años que siguieron a la implementación de la Ley Smoot-Hawley, las importaciones y exportaciones de EE.UU. cayeron alrededor de 40%. El comercio mundial se hundió porque los demás países aplicaron sus propias barreras. Canadá y Europa, en reciprocidad, aumentaron los aranceles a los productos estadounidenses.

Las instituciones ligadas al comercio mundial como los bancos empezaron a colapsar cuando el intercambio global disminuyó en alrededor de 65%. Esta situación colocó a la economía capitalista en un punto crítico. ¿Por qué Trump repite una receta que no solo no funcionó para su país, sino que desbarajustó la economía mundial?

Hasta ahora Trump prosigue con su minué de aranceles sin que nadie lo pueda detener. Su fan número uno y secretario de comercio Howard Lutnick alaba las artes de negociación de Trump y asegura que con sus acuerdos está ganando la guerra comercial, sin que haya la menor prueba de ello.

La UE aceptó un trato que habrá que ver cómo se lleva a la práctica y con México y Brasil mantiene en suspenso aranceles duros y una tensa discusión con la presidenta Claudia Sheinbaum sobre el problema del narcotráfico. Hasta aquí, los aranceles son pura charlatanería económica, pero además se le agrega el delirio de querer convertirlos en arma política, como, por ejemplo, para salvar a Jair Bolsonaro de los procesos judiciales que lo tienen arrinconado en su país.

El enfrentamiento con Brasil ilustra de forma especialmente cruda la ilegalidad de la oleada arancelaria de Trump entrometiéndose en la política interna de otro país. Sin embargo, también es la medida entre el poder que Trump aparentemente cree tener y la realidad.

Además de confirmar el desprecio por la democracia y la división de poderes – sin llegar a los extremos dignos de Costa Pobre de Bukele – la política arancelaria empujará a otros bloques y países a comerciar e incluso aliarse con otros países, algunos rivales de los EE.UU., por ejemplo, acrecentando e institucionalizando los BRICS.

Es obvio que el presidente Luiz Inacio Da Silva está preocupado por el alocado arancel del 50% que Trump acaba de ratificar, aunque dejando afuera a los aviones Embraer, jugos, azúcar – pronto se incluirá el café para que no impacte de lleno en los bolsillos de los ilusos votantes de Trump, y a los que no votaron tampoco.

Tanto o más grave son las sanciones y la restricción de visado que el anticastrista secretario de estado Marco Rubio le aplicó al juez del Tribunal Supremo de Brasil, Alexandre de Moraes, por lo que considera “autorizar detenciones arbitrarias y atentar contra la libertad de expresión”, con el fin de “silenciar a los críticos políticos mediante la emisión de órdenes secretas que obligaban a las plataformas en línea, incluidas las empresas estadounidenses de redes sociales, a bloquear las cuentas de personas por publicar información protegida”, recordando la controversia con X que no eliminaba discursos de violencia de su plataforma. Y, obviamente, apuntando a quien sentenció a Bolsonaro a unas condiciones de detención domiciliarias más severas en esta semana, haciendo oídos sordos a los alaridos arancelarios de Trump.

De momento, Trump se mueve como un matón de barrio, amenaza al comercio mundial, bombardea Irán, humilla a la UE y ahora está disgustado con Putin. Pero como consecuencia de ese accionar vemos lo que ocurrió en Canadá, donde la presión de Trump claramente salvó al gobierno liberal en el poder de una derrota segura en manos de los conservadores, en tanto que las amenazas contra Brasil han disparado la popularidad de Lula.

En 1932, la Ley de aranceles también acrecentó la popularidad de Adolfo Hitler encendiendo una ola de nacionalismos que ya habían tenido una expansión en la década del ’20, caldo de cultivo del fascismo. La historia parece que es circular, dialéctica diría un apolillado marxista. Después de todo ya se sabe cómo terminan las fábulas y que moraleja nos dejan aunque nos empecinemos en olvidarlas.

Publicado en Relato mata dato el 6 de agosto de 2025.

Link https://relatomatadato.com.ar/relatos/la-fabula-arancelaria-de-donald/

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