Podemos hablar de “contradicción cultural” cuando coexisten valores, normas, creencias o prácticas que se oponen entre sí generando tensión, ambigüedad o conflicto en los sujetos, las prácticas o las instituciones sociales.
Este conflicto, por cierto, ha sido en mayor o menor medida característico de los diferentes proyectos con pretensión fundacional desde 1983, tanto de aquellos que han gozado de períodos de más prolongada vigencia política -Kirchnerismo, Menemismo- aquellos con una vigencia más acotada en el tiempo -Alfonsinismo- como así también del actual oficialismo gobernante -La Libertad Avanza-: en el caso de este último existe cierto ruido político y comunicacional respecto a su definición en torno a valores como la libertad individual y el “buen Estado”.
Desde el oficialismo se insiste con la defensa de la libertad individual haciendo propia el presidente Milei aquella definición de su mentor intelectual (por lo menos así reconocido por el jefe de Estado) Alberto Benegas Lynch (h) sobre el Liberalismo como “el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, cuyas instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social”.
Esta definición del liberalismo parece entrar en contradicción con la propia noción de “Batalla cultural” que se sostiene desde el propio oficialismo, en la medida en que esta termina remitiendo a una disputa profunda por el sentido común dominante, los valores sociales compartidos, los símbolos y las formas de vida consideradas legítimas dentro de una sociedad.
No se trata solo de ideas abstractas, sino de luchas concretas por establecer quién define qué es “normal”, “correcto”, “natural” o “aceptable”. En el ideario de La Libertad Avanza-LLA quedan fuera de esa definición de lo “normal” una defensa de un rol más activo por parte del Estado como así también aquellas reivindicaciones vinculadas con el feminismo, los movimientos LGTB, la defensa del medio ambiente, la educación sexual integral entre otras como expresión de valores que deben ser “exterminados”. El principio de no agresión, te lo debo.
Así también el jefe de Estado ha planteado tres definiciones vinculadas con el papel del Estado, su fuente de financiación y relación del Estado con sus ciudadanos: “El Estado es una organización de carácter delictivo”, “Los impuestos son un mecanismo ilícito de financiación de una organización criminal”, “El Estado es nuestro enemigo” son algunas de sus más polémicas consideraciones. El mejor Estado parece ser el Estado muerto, en la palabra presidencial.
Resultan harto llamativas estas expresiones dado que las mismas provienen del presidente quien, de acuerdo a la propia Constitución Nacional, representa la máxima autoridad del Estado y que al mismo tiempo ha impulsado entre otras iniciativas un clásico programa de ajuste fiscal basado en la restitución del “coercitivo” impuesto a las ganancias. El Estado es nuestro enemigo ¿Su administrador también lo es?
“Batalla Cultural” y Anarcocapitalismo: he aquí un auténtico invento argentino.
Publicado en Clarín el 5 de agosto de 2025.
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