I. Cuando en el crepúsculo de un lunes de abril de 1870 las montoneras dirigidas por Simón Luengo ingresaron al Palacio San José para matar sin contemplaciones al vencedor de Caseros y padre de las Constitución nacional, los cuchilleros de Ricardo López Jordán, el hombre a quien Urquiza había depositado toda su confianza, tal vez no evaluaban las consecuencias inmediatas, pero sobre todo mediatas, de este acontecimiento que incluye además del asesinato de Urquiza la muerte de sus dos hijos en Concordia en un operativo simultáneo de ajuste de cuentas que hubiera hecho las delicias de Francis Cóppola. No hay constancias de que el propio López Jordán haya evaluado en toda su dimensión el paso que acaba de dar en la supuesta defensa de la causa federal sugestivamente apoyada con eficiente discreción por la intrigante diplomacia brasileña. Es probable que López Jordán haya previsto que un presidente como Sarmiento no iba a contemplar con indiferencia este golpe de estado contra el hombre que durante años fue su enemigo pero que en los últimos tiempos se había reconciliado y en homenaje a esa inesperada amistad viajó hasta el Palacio San José y seguramente paseó por el patio y las galerías donde meses después ingresaría a los alaridos las montoneras. Es probable que a su perspicacia militar no se le haya escapado que Sarmiento iba a intervenir la provincia y lo iba a hacer con tropas profesionales provistas con Remington que los soldados entrerrianos en el mejor de los casos sólo conocían de nombre.
II. No estaba equivocado López Jordán respecto de la reacción de Sarmiento. Lo mismo pensaron sus principales colaboradores entre los que se destacaba un hombre robusto, más habilidoso con la pluma del periodista que con el facón del soldado y que respondía al nombre de José Hernández. No estaban equivocados respecto de la respuesta de Sarmiento, aunque es posible que les haya sorprendido que la reacción militar fuera tan rápida, porque pocos días después de cometido el crimen contra Urquiza las tropas nacionales avanzan sobre la provincia que desde la batalla de Pavón en adelante había sido la principal aliada de Buenos Aires. Conocemos el desenlace de esta situación, sabemos del coraje de las tropas entrerrianas, pero también sabemos de la eficiencia de los Remington. La derrota de López Jordán fue el punto de inicio de otras dos levantamientos armados en la década del setenta, pero a los efectos de las múltiples consecuencias que se estaban desarrollando, importa destacar que Lopez Jordán, su estado mayor y José Hernández se replegaron hacia la frontera con Brasil y se refugiaron en Santa Ana do Livramento, entonces un pequeño caserío en donde es muy probable que Hernández haya empezado a escribir las primeras estrofas del Martín Fierro, completadas luego en un largo y tedioso alojamiento en un hotel de la ciudad de Buenos Aires.
III. Un destacamento de tropas del gobierno nacional fue enviado hacia la ciudad de Paraná para protegerla de una posible avanzada de las montoneras. Esas tropas estaban dirigidas por un apuesto coronel de ascendencia uruguaya que por ahora lo vamos a denominar por sus dos primeros nombres. Francisco Isidro, un apuesto oficial que aún no tenía cuarenta años pero su juventud no estaba reñida con una trayectoria militar que incluía las batallas de Caseros, Cepeda, Pavón y los combates paraguayos en Boquerón, Yatay y Tuyutí. Ahora, la inescrutable fuerza del destino lo ha llevado hasta Paraná. En esta ciudad hay para entonces una casona con jardines y terrazas. En esa casona vive una joven inglesa de menos de treinta años. Nada nos cuesta saber que esa mujer, que llegó no hace mucho tiempo a la ciudad entrerriana, ve desde la terraza desfilar al coronel con sus tropas y se enamora en el acto. Mucho más real es la hipótesis de que Francisco Isidro y Frances Ann Haslam se conocieron en el baile de gala que la ciudad ofreció a los oficiales. El romance fue breve. El casamiento se celebró en la misma ciudad y puede que los flamantes esposos se hayan quedado a vivir un tiempo allí, aunque en algún momento lo seguro es que Francisco Isidro y Frances Ann están viviendo en Junín, uno de sus tantos destinos militares. Para 1874 ya tienen un hijo y ella está embarazada de otro. El destino, o como mejor lo quieran llamar, sigue tejiendo su madeja.
IV. La década del setenta en la Argentina del siglo XIX fue un tiempo de rebeliones, guerras, escaramuzas. La organización nacional no salía gratis y estaba muy lejos de ser un paseo. En 1874 se celebran elecciones nacionales y Nicolás Avellaneda es elegido presidente. Bartolomé Mitre denuncia fraude y la denuncia da lugar a nuevos enfrentamientos armados. Los mitristas planearon alzarse en armas luego de que Sarmiento dejara la presidencia. Sin embargo, las refriegas militares empezaron antes. Una en particular nos interesa, La batalla de la laguna La Verde. Mitre suma más de cinco mil soldados; el teniente coronel José Inocente Arias cuenta con 900 combatientes. Antes de la batalla se parlamenta. Nuestro coronel Francisco Isidro conversa con Arias. Se conocen, se respetan, pero otra vez el destino los ha puesto en trincheras opuestas. Se despiden con un abrazo y momento después se inicia el combate. Francisco Isidro monta caballo plateado y poncho blanco. Como siempre, ha respetado su palabra y solo se alzó en armas cuando Sarmiento dejó la presidencia, pero el gesto le significó ser acusado de traidor por los mitristas. Ahora pelea en las filas de Mitre y galopa en dirección de las tropas de Arias. Dos balas de Remington lo matan. ¿Heroísmo o suicidio? Tenía 41 años. Antes de morir le dice a su asistente que muere por la causa de Mitre y que deja una mujer embarazada y un niño de dos años.
V. Frances regresa con sus hijos a Paraná. Va a vivir en la casa de La Alameda de la Federación 525, casi en el borde de lo que luego se conocerá como el parque Urquiza. Frances es inglesa, dije. Nació en la región de Northumbria en 1842. Vino a Buenos Aires donde vivía su hermana Caroline casada con un empresario, Giorgio Suarez. Las peripecias de los negocios los trasladan a Paraná donde ya sabemos que un año después ella conocerá al coronel Francisco Isidro. Ahora está de vuelta en la ciudad entrerriana. Allí llega al mundo su segundo hijo, quien siempre dirá que él no nació en Paraná sino que fue engendrado en la pampa. Frances, en el mejor estilo inglés, responderá: “Estoy segura de que no entiendo lo que quieres decir”. Los niños. Francisco Eduardo y Jorge Guillermo, viven su infancia en esta ciudad y en esa casona donde Frances les ha dado pensión a unas maestras norteamericanas que contrató Sarmiento.
VIII. Poco sabemos de la infancia de estos chicos. Lo seguro es que transcurrió en las calles de Paraná y que allí aprendieron a leer, a escribir y hablar en inglés. Lo seguro es que luego la familia se trasladará a Buenos Aires y los adolescentes estudiarán en el Colegio Nacional. El asesinato de Urquiza en el palacio San José, las montoneras asediando Paraná, los desfiles de los soldados con el coronel Francisco Isidro por las calles de la ciudad, las dolorosas incertidumbres de las guerras en la pampa, el temor de los malones parecen relatos antiguos. Sin embargo Frances Ann no olvida. Y sus hijos tampoco. No es mucho lo que sabemos de Francisco Eduardo, el mayor. Más conocida será la biografía de Jorge Guillermo. Bachiller, luego abogado, se casa con una mujer joven de ascendencia uruguaya cuyo abuelo fue un militar de las guerras de la independencia. En agosto de 1899 de ese matrimonio entre Jorge Guillermo y Leonor, nace un niño que el padre inscribe en el registro como Jorge Francisco Isidoro. Frances, la abuela, insiste en que falta un nombre. Al mes siguiente, en la parroquia de San Nicolás de Bari, a Jorge Francisco Isidoro se le agrega el nombre de Luis en homenaje a la familia Lafinur. A nosotros lo que nos importa es que desde aquella jornada tumultuosa y teñida de sangre de abril de 1870 a esta inscripción en un registro han transcurrido treinta años y el azar, las imponderables circunstancias, el devenir “de las cosas”, han dado lugar a que un 14 de agosto naciera en una casa de la muy porteña calle Tucumán al 840, un niño que lo conoceremos con el nombre de Jorge Luis, Jorge Luis Borges, claro está.
Publicado en El Litoral el 1 de agosto de 2025.