La votación en el Senado y la consiguiente derrota del gobierno en el tema previsional pueden constituir una señal hacia donde se está dirigiendo el sistema político argentino
Este, fue preponderantemente bipartidista durante el siglo XX en cuya primera mitad, con el advenimiento de la Ley Sáenz Peña, dos grandes fuerzas ocuparon la lucha política; conservadores y radicales fueron los protagonistas de tres décadas en las que radicales gobernaron por el voto popular y conservadores por el fraude y la proscripción. En la segunda mitad del siglo, la irrupción de dictaduras militares amplió el sistema a tres actores relevantes: además de peronistas y radicales, apareció el “partido militar” sucesor de los vestigios del conservadurismo vernáculo. Y con ello, durante los casi treinta años que ocurrieron entre 1955 y 1983, se asistió a la presencia de partidas de Tute Cabrero en el ámbito político.
Tute cabrero es un juego de naipes en el que participan tres jugadores y en el que la alianza de dos asegura la derrota del tercero. Así, el partido militar apoyado por el peronismo derrumbó el gobierno de Illia, militares con el apoyo de radicales proscribieron al peronismo en 1955 o radicales y peronistas acabaron con las dictaduras militares de 1966 y 1973. Es importante señalar que este fue el periodo de mayor inestabilidad política del último siglo y medio.
A partir del retorno de la democracia volvió a tener vigencia un sistema de dos grandes fuerzas: radicalismo y peronismo. Pero hacia el nuevo milenio se produjo un cambio importante; el espacio tradicionalmente ocupado por el radicalismo adoptó decididamente una identidad frentista. Primero, la Alianza entre UCR y FREPASO, y posteriormente al estallido de la convertibilidad, Cambiemos o Juntos por el Cambio, constituyó la experiencia frentista entre un radicalismo debilitado y el PRO, como principales integrantes.
Ya en el presente, los fracasos de los gobiernos tanto de Cambiemos como del kirchnerista Unión por la Patria trajeron la novedad del surgimiento de una nueva fuerza, La Libertad Avanza, constituyéndose en heredera democrática del predemocrático Partido Autonomista Nacional (PAN) de finales del siglo XIX y de los sectores sociales afines a las dictaduras libero-conservadoras del siglo XX.
Ahora bien, Junto a la reciente votación en el Senado, hay otras señales indicando que podríamos estar yendo a un escenario tripartito. Mas allá del claro ejemplo de la elección presidencial de 2023 donde dos de las tres fuerzas principales intervinientes en una primera vuelta terminaron unidas para derrotar a la tercera, las recientes elecciones en CABA son un calco de lo sucedido en aquella primera vuelta: tres tercios bastante claramente marcados. Un gobierno nacional con alta imagen positiva fruto de su labor de doblegar la inflación y estabilizar el valor del dólar, no logró que su candidato en la ciudad capital fuera más allá del tercio de votos. Aquellos votantes de Juntos por el Cambio que votaron masivamente por el actual gobierno en el ballotage al parecer se recluyeron en 2025 en candidaturas herederas de aquella fuerza.
¿Cuál es la razón de esta situación? El partido en el poder no se inclinó por construir una coalición amplia que le permitiera poseer una mayoría parlamentaria que respalde sus propuestas. Por el contrario, ha apostado a constituirse en uno de los polos de un nuevo bipartidismo representando al electorado que lo convirtió en gobierno en aquel ballotage. Así, se permite arrogantemente un mal trato sistemático hacia quienes integraban Juntos por el Cambio. Y esta especie de “vamos por todo” se produce en el contexto de una macroeconomía cuyo ordenamiento no ha concluido aun y un proceso de inversión y crecimiento que está aún por verse. Si no acierta en la apuesta de quedar como único representante de uno de los polos, será el mayor responsable de la aparición de un nuevo jugador relevante y con ello el retorno de la dinámica del tute cabrero. Y cuando el que pierde partidas es el gobierno, las cosas no suelen terminar bien ni para él ni para el país.
Pronto tendremos, entre otros, los resultados electorales de la Provincia de Buenos Aires y luego los de los comicios nacionales y asi podremos evaluar si el sistema político en reconfiguración evoluciona o no, hacia un nuevo sistema dual. Si ello sucede, se trataría de una fuerza que resumiría a libero-conservadores, liberales y radicales por un lado y peronistas e izquierdas varias por el otro. Pero no es descartable el surgimiento de un sistema tripartito. Asi, a las fuerzas liberal conservadora y peronista/izquierdista habría que agregar un espacio centrista, disperso aun, pero que podría representar a un sector importante de la ciudadanía.
De consolidarse este último escenario no sería de extrañar episodios frecuentes de tute cabrero. El Congreso de la Nación parece estar ejercitándose para ello.