Estamos inmersos en un cambio de mundo, nos despertamos cada día con noticias que alimentan nuestra confusión. Acaso el Estado más fuerte puede asolar al más débil, como hoy Rusia se ceba con Ucrania. ¿Regresamos a tiempos previos a la Paz de Westfalia, firmada en el siglo XVII? Trump se despierta cada día con medidas que trastocan el orden trabajosamente construido en la posguerra. Ocho décadas de paz y cooperación, amenazadas. Tengo para mí que este cambio empezó en el seno de las sociedades.
Para pensar la Argentina hoy: Guillermo Olivetto, como antes Manuel Mora y Araujo en los 90 y yo misma en la década del 2000, pusimos el foco en las transformaciones de las clases medias como clave de bóveda para comprender estados de ánimo colectivos que subyacían a los cambios políticos y geopolíticos.
Estos cambios, inseparables del imperio de la sociedad de redes que acompañó los avatares en las economías– la gran crisis financiera de 2008 fue la antesala- fueron el caldo de cultivo en el que la pandemia sembró sus raíces.
Aquí prosperó el ascenso de Milei y hoy se sostiene la tolerancia a un ajuste fenomenal- “el más grande la historia”, según el Presidente, siempre afecto a la hipérbole. Manuel Mora y Araujo advertía, con su habitual lucidez, sobre las consecuencias políticas del clivaje entre la clase media competitiva y la no competitiva en los años los ‘90.
En la década del 2000,estudios míos y de otros colegas publicados por Ludolfo Paramio y Cecilia Güemes (“Las nuevas clases medias latinoamericanas: ascenso e incertidumbre”, 2017), advertíamos un cambio que hoy veo asociado más claramente a las redes y al mundo de los pobres conectados, en un mundo virtual aspiracional.
Así lo vio Thomas Friedman en su estudio sobre la India. Olivetto hoy pone el acento en una clase media baja acorralada en sus consumos que añora un mundo “normal” en el que la incertidumbre no sea angustia cotidiana. Sectores de la clase baja, conectados al mundo aspiracional de las clases medias, ya se habían manifestado en el voto transversal a Macri en 2015 y, sobre todo, en 2017. Jóvenes cuentapropistas para quienes el mundo de los planes sociales premiaba la vagancia.
Mientras ellos “se rompían el lomo”, los “planeros” tomaban mate…jóvenes que forman el núcleo duro del apoyo a Milei porque el Estado estuvo ausente de sus vidas , capturado por saqueadores. Confían en Milei que supo ver este malestar e ir a sus raíces, sólo que con su motosierra no duda en tirar al agua la bañera con el niño y todo…
El presidente Milei terminó su primer año de gobierno con el entusiasmo de haber cumplido sus promesas: déficit fiscal cero, inflación a la baja, la calle en orden, la pobreza decreciendo. Monumental logro tras el caos heredado de la gestión kirchnerista con el superministro Massa y su plan platita para todos y sobre todo, para él y sus allegados.
Y sin embargo, la esperanza que acompañó y acompaña este drástico ajuste que pesa sobre todo, sobre jubilados, empleados públicos, educadores, científicos y el mundo de la cultura, hoy parece -en palabras de Olivetto- añorar una normalidad que no llega, una esperanza que no alcanza como en el tango Fuimos que supo cantar Edmundo Rivero.
Con la convertibilidad de Menem, un pollo era un dólar… hoy, con un dólar no compras ni la alita del pollo. ¿Hasta cuándo la promesa de un futuro mejor pueden ser el anzuelo que contenga tanto malestar y aguante un macartismo digno de los años 50 en Estados Unidos? Por cierto festejado por el maestro de Milei, Murray Rothbard.. No lo sabemos, lo que es cierto, es que Milei nos conduce por el desierto como Moisés a la salida de Egipto,y no avizoramos a nadie que pueda rescatarnos de esta odisea, por el momento.
Uno se pregunta en qué consiste la normalidad añorada de la que habla Olivetto tras el registro minucioso de sus focus group. Poder planificar gastos, no ser arteramente sorprendido por una boleta de servicios ni por medicamentos cuyos aumentos los conviertan en lujos que los jubilados no pueden darse a pesar de que los necesitan, ni por los precios de alimentos.
Cómo encontrar un lugar en este mundo trastocado que día a día nos desconcierta. Cómo recuperar la capacidad de planificar nuestras vidas si no hay presupuesto ni en la Nación, ni en nuestras casas. Sólo Dios sabe las cuentas que vendrán, los gastos que se deberán pagar… y Bergoglio, –nuestro Papa Francisco- ya no está en este mundo en el que, sabemos, los bien aventurados no son los pobres. Descansa en paz, Papa Francisco.
Publicado en Clarín el 23 de abril de 2025.
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