miércoles 5 de febrero de 2025
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Venezuela: Recuperar el pasado para encontrar el futuro

Para la historia y los historiadores el interés por el tiempo es un elemento clave de su profesión. Actualmente en todo el mundo, y también enclave de su profesión. Actualmente en todo el mundo, y también en Venezuela, hay una lucha frontal por el control del tiempo. La historia ha dejado de ser una disciplina de conocimiento para convertirse en un arma política, con la ayuda, muchas veces, de eso que se ha dado en llamar la memoria, arropada en incontables, y estériles, guerras culturales. Desde esta perspectiva, el control del pasado debe verse como parte del intento político de controlar el presente.

Pero, entre la utilización del pasado y su manipulación hay mucho más que una cuestión de matiz. De esto se ocupó en su día George Orwell, en su famoso 1984. En un momento del relato, O’Brien, uno de los personajes de la trama, propuso brindar por el futuro. Pero Winston Smith, el protagonista, que trabajaba para el Ministerio de la Verdad, se mostró partidario de brindar por el pasado. «El pasado es más importante», concedió O´Brien, «brindo por eso». Esa es la idea que llevó a Orwell a afirmar en otro pasaje del libro, que probablemente sea una de sus frases más citadas, «quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro».

Esta larga digresión en torno al tiempo y a su conceptualización responde a dos motivos. El primero, porque para el periodista venezolano Rafael Osío Cabrices, desde el mismo título de su obra (Venezuela: memorias de un futuro perdido, Los libros de lacatarata, 2024), el tiempo, el futuro y el pasado, y su control, son importantes. Y segundo, porque Hugo Chávez y el chavismo controlaron el presente y, de ahí también, el pasado y el futuro. O, dicho de otro modo, dado su control del presente y la manipulación del pasado dejaron a Venezuela sin futuro. Por eso, muchos venezolanos están dispuestos a dedicar su presente a recuperar el pasado en la búsqueda de un futuro mucho más justo que el que han perdido en manos de la Revolución Bolivariana.

En el control del tiempo y de los tiempos son verdaderos maestros y siguen insistiendo en la misma línea, aunque, valga la redundancia, por primera vez desde su nacimiento el tiempo comienza a escurrírseles de las manos. Con motivo de su juramento para comenzar su tercer mandato, Nicolás Maduro recordó sin rubor alguno algo que había expresado meses atrás: Venezuela pertenece a los BRICS desde hace 200 años. Y en esta ocasión tan solemne agregó: «Venezuela es de los BRICS desde que Bolívar triunfó en Junín, desde que Sucre triunfó en Ayacucho, nosotros somos de los BRICS desde hace 200 años, porque somos del mundo que va pujando una nueva historia y esa nueva historia la vamos logrando en este siglo XXI».

Por todo esto, para Osío Cabrices, como para tantos otros venezolanos, el tiempo es fundamental. Si la primera parte de su libro se llama Este no fue el presente que me vendieron y la segunda Ese ruidoso multiverso que llamamos pasado, la tercera es El futuro ya no es lo que era, presentándolo como un claro oxímoron. Sin embargo, no se queda ahí, y un poco más adelante señala que los venezolanos vienen del futuro, de un futuro perfectible: «Tenemos que restituir al pasado lo que es suyo para que el porvenir vuelva a contener algo más que temor». Eso es lo que parece que comenzaron a hacer los venezolanos el 28 de julio cuando a golpe de ingenio lograron recolectar las copias del 80% de las actas electorales que demuestran la incontestable victoria de Edmundo González Urrutia.

Cómo se llegó a la dictadura

De ahí que Osío se pregunte si el chavismo es el fin de una era o el comienzo de otra. Venezuela: memorias de un futuro perdido no es uno más de los libros que intentan explicar la realidad venezolana, muy abundantes en los últimos tiempos, muchos de ellos prescindibles y con poco original que añadir. Para empezar, es un libro muy bien escrito, el libro de un periodista que no se limita a presentar una simple y acrítica crónica de lo ocurrido o a narrar las memorias o las vivencias del autor. Tampoco es una obra académica. Ni es un libro de historia que rastrea en el pasado venezolano las claves para entender el presente, ni un libro de ciencia política que analiza el funcionamiento de un régimen crecientemente autoritario. En su relato de lo ocurrido no hay lugar para las excusas, para las falsas coartadas, ni propias ni ajenas, ni las de su generación ni las anteriores ni las posteriores. Su narración es cruda y directa.

Por esto, este libro es mucho más de lo aquí apuntado. Para comenzar, es una apretada y completa síntesis de por qué y cómo en Venezuela pasó lo que pasó y cómo se llegó a la dictadura actual tras el derrumbe de la democracia bipartidista propia del país petrolero. Para eso parte del aporte de Chávez, de su propuesta de construir el socialismo del siglo XXI y la Revolución bolivariana. En su definición, el socialismo del siglo XXI sería «un cóctel de marxismo anticolonialista, nacionalismo económico latinoamericano de los años treinta, socialismo a la cubana, pretorianismo venezolano y la traducción en doctrina de una praxis de toma y preservación del poder específica de Venezuela». En definitiva, un totum revolutum, una clara muestra de populismo petrolero.

Su derrotero por la Venezuela chavista, tras el colapso de la Venezuela saudí, arranca atrapado en un vídeo juego. Venezuela es como una gran pantalla que proyecta diversas realidades, muchas veces contradictorias, de un modo ficticio. El paradigma de esto fue la transmisión en directo, narrada por el propio Chávez, en su papel de locutor profesional, de la recuperación de los restos de Simón Bolívar de la cripta en la que estaban enterrados. A partir de ahí comienza un relato sin concesiones ni a izquierda ni a derecha, que critica desde el papel jugado por José Luis Rodríguez Zapatero en la crisis venezolana a la intención por parte de políticos conservadores en Estados Unidos, España y otras partes del mundo de usar la causa venezolana «como insumo de sus propias campañas contra el socialismo o el progresismo de sus adversarios».

Uno de los elementos claves para entender Venezuela es la opacidad que rodea a su realidad. Los venezolanos (y con ellos el resto del mundo) no saben casi nada de lo que ocurre fronteras adentro. Tanta opacidad, dice, es simultáneamente accidental y deliberada. Por un lado, porque el Estado no tiene los medios para medir la realidad, pero, por el otro, porque tampoco tiene la voluntad de hacerlo. La opacidad es un componente central del autoritarismo imperante y, a su vez, sostiene la economía sumergida. Como bien dice Osío, lo clandestino, lo que no se ve, no rinde cuentas. La crisis, la violencia represiva, el autoritarismo son elementos omnipresentes en el libro. Ellos explican dos fenómenos de los últimos años: el miedo y el gran éxodo, el fenómeno de las migraciones masivas que han sacado del país a casi ocho millones de venezolanos.

Influencia del peronismo

Quisiera mencionar otras dos cuestiones abordadas por nuestro autor. La primera las condiciones en las que se produjo el ascenso de Chávez al poder, rodeado de un consenso bastante generalizado. Un consenso que giraba en torno al agotamiento de la democracia y que en ese camino y gracias al imperio de la corrupción se habían traspasado muchos límites. Por eso, muchas cosas debían cambiar y estaba claro quién era el potencial, y único, agente del cambio. La segunda, una permisividad muy extendida respecto a los excesos antidemocráticos y anti liberales del personaje, sobradamente conocidos, pero que no impidió que amplios sectores de los empresarios, de los sindicatos, de los medios de comunicación o de la Iglesia, por no hablar de los militares, entre otros, respaldaran de forma entusiasta su proyecto.

La segunda cuestión es la gran influencia del primer peronismo en el desarrollo temprano del chavismo como movimiento político. La presencia del argentino Norberto Ceresole, un peronista de pasado turbio, con influencias fascistas y totalitarias, como gran asesor de Chávez. Si bien la presencia de Ceresole fue limitada en el tiempo, su impacto en el líder dejó una huella imborrable. Fue capaz de inspirar mecanismos esenciales del funcionamiento político del chavismo, como el contacto directo entre el líder y las masas, sin la intermediación de los partidos, la influencia decisiva de la confluencia de militares y civiles, conocida como la alianza cívico-militar, o el nacionalismo antiimperialista y revolucionario.

Como no podía ser de otro modo, este libro termina en el futuro, un futuro desde el que se vuelve al presente. Un futuro que, a la vez, tardará en llegar y que impide, de momento, celebrar de forma simultánea una gran fiesta en las calles y ciudades venezolanas. Pero como por ahora, que diría Chávez, esto no es posible, habrá que apelar a una fiesta más discreta, en la que siempre faltará gente. Como dice Osío con su optimismo realista y fatalista que lo caracteriza: no hay que dar por muerta a Venezuela, porque no lo está, porque Venezuela esta malherida pero esta viva. Y a eso se aferran los millones de venezolanos que un día tras otro, de maneras muy diversas, se oponen a la dictadura de Maduro.

Pero esa fiesta, recuerda nuestro autor, en el último párrafo de su obra, finalmente se acabará y «al final nos ganará el cansancio, apagaremos la música y las luces y nos daremos un abrazo silencioso sin decir nada más, porque sabemos lo que todos estamos pensando: que compartimos una misma memoria, aunque plural, aunque diversa, del futuro perdido. Nos iremos a dormir con miedo de lo que podamos soñar. Y al final abriremos los ojos, ya con el sol en la ventana, nos levantaremos de la cama y seguiremos adelante». La coda es evidente: este no es el momento de parar, no se puede, no se debe. La búsqueda, individual o colectiva, del futuro perdido debe continuar. Solo cuando ese futuro se encuentre, Venezuela y los venezolanos, el bravo pueblo al que alude su himno nacional, podrán tener el presente que se merecen, un presente acorde con su pasado, con un pasado no inventado ni idealizado, sino con el pasado, con la historia, que los venezolanos supieron construir.

Publicado en The Objetive el 19 de enero de 2025.

Link https://theobjective.com/cultura/2025-01-18/venezuela-pasado-futuro/

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