No es el objetivo de este artículo hacer un clásico listado para rememorar lo mejor y lo peor del año que termina.
EEUU y la incertidumbre del “pato rengo”
Lo que parecía más o menos claro es que, después de este largo ciclo electoral, la frutilla del postre sería la elección en Estados Unidos. Se podía suponer que ahí se cerraría un año movido con un mapa más o menos certero de lo que vendría en 2025.
La primera potencia global renovaba su presidencia –y también ambas cámaras del Congreso–, y esto resulta siempre determinante para saber cómo evolucionará la política en casi todas las regiones del mundo.
Además, al realizarse en noviembre, se esperaba que esta elección cerrara un ciclo de incertidumbre en la política mundial.
Nada importó más a los líderes estadounidenses en 2024 que la opinión pública interna, ya fuera a la hora de intervenir en Oriente Medio o en Venezuela. El voto de las comunidades árabes y el potencial aumento del precio de la gasolina eran “los problemas reales” a tener en cuenta.
Más aún, teniendo en cuenta la comedia dramática protagonizada por Joe Biden, primero con su evidente incapacidad para continuar otros cuatro años como presidente y su posterior renuncia. Los indultos a su hijo Hunter exhibieron todas sus miserias y demostraron que ya no tenía nada más que ofrecer a la política nacional.
El mundo que espera al 47.º presidente estadounidense es difícil, y más aún para Donald Trump, que tendrá dos años, en el mejor de los casos, para llevar adelante todo lo que pretende realizar y cambiar.
Sus objetivos, como siempre ocurre con él, son ambiciosos, pero hay un límite en el horizonte: en 2026 deberá enfrentarse a las elecciones legislativas de medio término, que tradicionalmente no son favorables para los oficialismos.
Será entonces cuando Trump comience a enfrentar el síndrome del “pato rengo”, ya que no tiene posibilidad de reelección: su primer mandato solo le habilita un segundo período. Para entonces, además, estará llegando a los ochenta años, y el antecedente de Biden no lo favorece.
¿Avanzará Trump en remodelar la política y la cultura estadounidenses, contener la ola migratoria expulsando a los ilegales, reformar las instituciones, indultar a los presos del asalto al Congreso, renegociar el T-MEC y revitalizar la economía?
¿Será capaz, al mismo tiempo, de redefinir la posición estadounidense en el mundo, fortalecer la posición frente a China, lograr la paz entre Ucrania y Rusia, terminar con los carteles de narcotráfico que inundan de fentanilo al país, dejar de sostener a la OTAN y volver a estabilizar el Medio Oriente?
Posiblemente Trump haya sido un personaje muy subestimado por la política tradicional de Estados Unidos. Pero, pensar que podrá hacer todo esto en apenas dos años y luego mantener su poder político hasta finalizar el mandato, a pesar de que ya comiencen a transitarse los caminos para elegir a su sucesor, es también sobreestimarlo.
En su primera gestión, Trump mostró que detrás de sus irreverencias y discursos explosivos, es también un hombre pragmático a la hora de tomar decisiones. Por eso es posible, incluso esperable, que elija cuidadosamente cuáles serán las batallas que esté dispuesto a dar antes de su retiro definitivo de la política.
Pero esta transición hasta el 20 de enero y la incertidumbre acerca de lo que viene no es el contexto ideal para un mundo al que le sobran dudas sobre el futuro. Basta con hacer la lista de cosas que ocurrieron cuando pensabamos que el año político ya había terminado y las elecciones de Estados Unidos se habían definido.
Las dudas sobre Europa, Corea del Sur y el Brasil de Lula
En Europa, el panorama ha sido turbulento. La elección de los nuevos comisarios que acompañarán a la reelecta Ursula von der Leyen evidenció la falta de consensos mínimos sobre el futuro de la región.
Quizás por esto, la presidenta de la Comisión Europea viajó apresuradamente a Montevideo para cerrar las negociaciones del acuerdo UE-MERCOSUR.
La situación no es mejor en los principales pilares de la Unión Europea, como lo muestra la caída de los gobiernos de Francia y Alemania. En medio de su peor crisis, Macron sacó un conejo de la galera y se mostró como líder de una visión tradicional de Occidente con la fastuosa restauración de Notre Dame, a cuya reapertura invitó especialmente a Trump y Giorgia Meloni.
Mientras tanto, en Canadá, otro líder woke, Justin Trudeau atraviesa las horas más difíciles de su largo mandato.
En Europa del Este, la tensión se intensificó con la suspensión de elecciones en Rumania, debido a interferencias rusas, y con la cuestionada elección en Georgia, lo que refleja un preocupante retroceso democrático en la región.
Tras un conflicto extenuante, Israel decidió aniquilar a Hezbolá, atacando a Líbano y exponiendo la fragilidad de los ayatolás en Irán, un escenario que muchos creían más sólido desde los tiempos de la administración Obama.
Entretanto, en Siria, la fuga de Bashar al-Ásad agrava aún más la situación y siembra dudas sobre el futuro. ¿Más yihadistas con poder?
En Asia, Corea del Sur vivió un terremoto político con la destitución de su presidente.
Por su parte, en América Latina, Brasil enfrenta la devaluación del real en un contexto marcado por el ACV de Lula, que ha puesto dudas sobre el futuro de su liderazgo.
En Argentina, el gobierno de Javier Milei cumplió su primer año consolidando un liderazgo global en medio de una economía aún frágil.
Aunque se esperaba que tras las elecciones estadounidenses el panorama mundial recuperaría estabilidad, el mundo sigue siendo un lugar turbulento.
Ningún cambio de liderazgo individual puede resolver por sí mismo las tormentas geopolíticas que atraviesan cada rincón del planeta.
Lo que parece más claro es que el 2025 no será nada fácil.
Publicado en El Observador el 18 de diciembre de 2024.
Link https://www.elobservador.com.uy/espana/miradas/para-la-politica-internacional-el-2024-no-se-termina-mas-n5975611