jueves 26 de diciembre de 2024
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Lugones, los intelectuales y el poder

La relación de los intelectuales con la política y, particularmente, con el poder, suele pasar por atracciones irresistibles y resistencias inevitables, fervores y desengaños, encantamientos y desencantos.

En una Argentina en la que los escritores tuvieron un papel relevante en su etapa fundacional y organizativa, la figura de Leopoldo Lugones, un siglo atrás, refleja cabalmente esos recorridos, convergencias y divergencias. El escritor que desarrolla su obra y paralelamente aspira a convertirse en el ideólogo de su tiempo, ocupando un lugar de cercanía al poder. Lo cuenta muy bien Cristina Mucci en su libro Lugones, los intelectuales y el poder en la Argentina (Sudamericana, 2024).

En sus comienzos socialistas, Lugones fue aclamado en mitines partidarios en la plaza Herrera de Barracas y fundó el periódico La Montaña, junto a José Ingenieros y Roberto Payró. Luego conoció a Julio Argentino Roca y se entusiasmó con el proyecto de la generación del ‘80, con el que colaboró desde distintos cargos. Finalmente terminó exaltando el militarismo y convirtiéndose en un ideólogo de la revolución de 1930, que inició la serie de golpes de estado que sufrió el país hasta 1983.

Se cumplirán cien años de su célebre discurso, pronunciado en Ayacucho el 9 de diciembre de 1924, en el centenario de la batalla que lleva ese nombre: “Señores: dejadme procurar que esta hora de emoción no sea inútil. Yo quiero arriesgar también algo que cuesta mucho decir en estos tiempos de paradoja libertaria y de fracasada, bien que audaz ideología…Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada”.

Así como esta hizo lo único enteramente logrado que tenemos hasta ahora, y es la independencia, hará el orden necesario, implantará la jerarquía indispensable que la democracia ha malogrado hasta hoy, fatalmente derivada, porque esa es su consecuencia natural, hacia la demagogia o el socialismo. Pero sabemos demasiado lo que hicieron el colectivismo y la paz, del Perú de los Incas y la China de los mandarines…”.

La dictadura de José Félix Uriburu, a la que Lugones había prestado letra, jamás lo convocó. Y con la asunción de Agustín P. Justo, que arrojó sus innumerables proyectos en el cesto de papeles, según cuenta Mucci, perdió definitivamente la esperanza de asumir el rol para el que se consideraba destinado.

Mientras tanto, otros núcleos literarios intervenían en aquellos años en el debate público y enriquecían el campo intelectual: el grupo de Boedo, enfrentado al grupo de Florida; el grupo Sur, animado por Victoria Ocampo, y FORJA, en la vereda opuesta. Lugones, en soledad, se quita la vida el 18 de febrero de 1938.

Su figura invita también a una reflexión sobre esa difícil relación entre los intelectuales, la política y la sociedad a lo largo de nuestra historia. Una tensión -y una grieta- que atraviesa las trincheras ideológicas, no es patrimonio de la izquierda o de la derecha. A derecha e izquierda se traza la misma línea que separa al dogmatismo que se doblega ante la fascinación que ejerce el poder, del pensamiento libre, capaz de mantener una distancia crítica. Hemos visto esas bifurcaciones. Y las seguimos viendo. Entre espadas y motosierras, el poder de las palabras y las palabras del poder…

Publicado en Clarín el 9 de noviembre de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/lugones-intelectuales-poder_0_REb1QwwppT.html

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