sábado 21 de diciembre de 2024
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Cuando Venezuela era libre: memorias y recuerdos de los otros exiliados

Hoy miles de venezolanos hallaron en la Argentina un país donde rehacer sus vidas tras la hecatombe chavista. Entre finales de la década de 1970 e inicios de 1980 Caracas recibió a miles de argentinos que tuvieron que huir de la dictadura militar para salvar sus vidas.

Venezuela lucha hoy por recuperar su democracia tras 25 años ininterrumpidos de dictadura chavista. El país se halla sometido ante un terrorismo de Estado que desde el 28 de julio a esta parte detuvo a más de 1.500 personas, asesinó a poco más de 20, desapareció a decenas de militantes y activistas de diferentes ONG, y en paralelo cerró diarios, censuró el acceso a portales web y a redes sociales como Twitter-X. En este momento hay personas que optan por borrar fotos y videos de sus celulares: guardan silencio ante el temor de que agentes de inteligencia los busquen en sus casas y se los lleven a algún lugar desconocido. La embajada argentina en Caracas —a cargo de diplomáticos de Brasil— acoge en calidad de asilados a seis colaboradores de María Corina Machado, quien se halla en la clandestinidad, al igual que Edmundo González, a quien las actas de la oposición confirman como presidente electo.

La situación, que mantiene en alerta al continente, dista de lo que fue Venezuela en las décadas de 1970 y 1980, cuando era un faro de democracia en medio de las dictaduras que asolaron a la Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay. En eso coinciden exiliados argentinos que desde la Unión Cívica Radical, primero lucharon contra las atrocidades de la dictadura militar, y luego, en distintas situaciones, fueron a parar en Caracas para preservar sus vidas y las de sus familias, sin desentenderse por ello de lo que ocurría al sur del continente.

Hipólito Solari Yrigoyen, Rodolfo Terragno, Adolfo Gass, Daniel Divinsky y Miguel Ángel Diez son algunos de los que recuerdan con agradecimiento la solidaridad conque fueron recibidos, y el apoyo férreo de varios gobiernos y las instituciones venezolanas que intercedieron para presionar sin temor a dictadores como Jorge Rafael Videla o Augusto Pinochet.

Cuando Terragno aterrizó en Caracas en junio de 1976 lo hizo, en un principio, de manera temporal. En Buenos Aires dirigía Cuestionario, que recibía presiones desde antes del golpe del 24 de marzo. Recuerda que en una ocasión se reunió con el embajador argentino, Héctor Hidalgo Solá, quien le aconsejó que no era buena idea regresar a casa, más aun para “una persona como usted”. Lo mismo le sugirió, por teléfono, su madre. “No vuelvas”, le pidió, según reconstruyó en una entrevista para Nuevos Papeles.

En aquellos tiempos Diego Arria, un dirigente que años más tarde fue alcalde de Caracas y después se dedicó a la carrera diplomática y llegó a ser presidente del Consejo de Seguridad de la ONU, lo invitó a ser parte de su equipo de prensa en el ministerio de Turismo. Hombre cercano al presidente Carlos Andrés Pérez, un socialdemócrata del partido Acción Democrática que tuvo una primera gestión entre 1974 y 1979, gozó del apoyo y la convicción de crear una oficina compuesta por exiliados tanto del Cono Sur como de Cuba. La idea era que los propios exiliados, como testigos de lo que es vivir en dictadura, pudieran dar testimonio de lo que se sufre cuando no se vive en democracia. Esa fue, tan solo, una de las tantas iniciativas que vendrían.

A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, en Venezuela había educación pública y gratuita, incluido el nivel universitario. Proliferaban los diarios, las revistas, los folletines. También las editoriales, entre las que destacaba la estatal Biblioteca Ayacucho, fundada en 1974, entre otros, por el escritor y crítico uruguayo Ángel Rama. Entre los argentinos se sumó Daniel Divinsky, quien recuerda cómo aquellos espacios eran posibles, en gran medida, por las libertades que allí había y que escaseaban en el continente.

“Biblioteca Ayacucho se encargaba de publicar clásicos de la literatura iberoamericana. Llegamos a sacar más de 150 libros de temáticas diversas”, recordó en una nota con La Nación.

Son palabras dichas por alguien que en la Argentina, con Ediciones de la Flor, hacía circular a Quino y a Roberto Fontanarrosa. Y que quizá, por eso mismo, fue a parar a la cárcel poco más de 100 días antes de exiliarse.

“Venezuela era un país con una alegría inmensa, con una democracia que parecía seguiría así durante 1.000 años”, remató Divinsky.

De Cuestionario a El Diario de Caracas

Entre los periódicos más leídos y con mayor trayectoria destacaban dos: El Universal —comprado por el chavismo y convertido en un burdo aparato de propaganda a favor de la dictadura— y El Nacional —existente en formato web, sin sede física, luego de que Diosdado Cabello mandó a expropiar su edificio, hoy tomado por militares y paramilitares—. Algo como lo que en el caso argentino vendrían a ser La Nación y Clarín. Entre ambos surgió un competidor, que los tuvo a Terragno y a Miguel Ángel Diez como dos de sus fundadores, de la mano de Arria y otros empresarios venezolanos. Se trató de un periódico caracterizado por dar un tratamiento distinto a la información, con una escritura que entremezclaba lo literario con lo periodístico, y que contó también con colaboración de Divinsky en la sección de Cultura, y de Tomás Eloy Martínez como jefe de la sala de redacción.

“Se armó un plan de negocios, estimación de costos, tasa de retorno. Hubo que buscar aportes, contratar personal, adquirir equipos, todo muy rápido”, rememoró, aún con asombro, Terragno en una entrevista para Nuevos Papeles.

En 2019, tras varios años fuera de circulación, El Diario de Caracas fue rebautizado como El Diario y existe en formato online, con periodistas dentro y fuera de Venezuela. Es, además, uno de los pocos que no se autocensuran.

De la embajada a la libertad

Adolfo Gass, médico cirujano especializado en ginecología y obstetricia dedicó gran parte de su carrera profesional al Hospital de Tigre, en la que ocupó distintos cargos entre 1955 y junio de 1976. En paralelo hizo vida en la política desde la Unión Cívica Radical. En la función pública fue ministro en el Gabinete de Arturo Illia, y posteriormente ganó una banca en el Congreso como diputado nacional en 1973.

De ayudar a exiliados pasó a convertirse en uno: “Debí exiliarme por todo lo realizado como militante del radicalismo desde el llano o en la función pública, siempre con óptica radical. Por mis preocupaciones por las vejaciones con el pueblo chileno y el pueblo uruguayo, por mi solidaridad con los refugiados de esos países y con todos aquellos que eran perseguidos por regímenes dictatoriales”, analizó Gass en una entrevista que concedió al periódico La República, en la que fue su primera declaración a la prensa desde Venezuela, y que se difundió en el segundo número, publicada en diciembre de 1977.

Gass estuvo asilado en la embajada de Venezuela en la Argentina en 1976, por pedido de varios amigos y correligionarios. Antes del Golpe sufrió amenazas de la Triple A. También allanaron su casa en Tigre, posteriormente bombardeada, y también fueron a casa de su hijo en Neuquén. Lo declararon como “prescindible” en el hospital, y como frutilla del postre, le negaron su pasaporte para salir del país.

“Pido a todos los argentinos que deambulamos por el mundo, por negársenos la posibilidad de vivir en nuestro país; pido a todos los gobiernos democráticos del mundo, a todos los dirigentes políticos, sindicales, intelectuales, unirnos. Debemos solicitar que cesen las aberraciones de la Junta Militar, y el derecho de opción para salir del país de todos los detenidos”, agregaba Gass en aquella entrevista desde Caracas, adonde había llegado el 8 de julio de 1976.

En esa misma nota, en contraposición del gobierno de Isabel Perón y luego la dictadura militar, defendió la gestión radical de Illia, durante la cual no hubo presos políticos, ni desaparecidos, ni censura. Subrayó que el camino a seguir debió ser ese, con inversiones históricas en educación y salud, pago de la deuda, apertura comercial con el mundo, y la defensa y sanción de leyes como la de Medicamentos.

“Los derechos humanos siempre significaron para mí el principio y el final de todo proceso de transformación”.

Interceder ante Videla para salvar una vida

Hipólito Solari Yrigoyen tiene 91 años. Se dice fácil, quizá no lo ha sido tanto. Sobrino-nieto del presidente Hipólito Yrigoyen, sobrevivió a dos atentados de la Triple A, y luego a un secuestro, a haber estado desaparecido, a haber pasado por un centro de detención clandestino y finalmente por la cárcel de Rawson, todo esto antes de llegar a Venezuela.

A la madrugada del 17 de agosto de 1976, unos militares rodearon su casa, en Puerto Madryn. Estaba solo: su mujer había viajado a Buenos Aires a visitar a su hija. Cuando abrió la puerta un tiro le rozó la frente. De ahí lo subieron al baúl de un auto, después a un avión con destino a Bahía Blanca.

“Todo era un infierno. En lo personal sufrí la asfixia, torturas y un simulacro de fusilamiento”, relata Solari Yrigoyen en Crónica de una vida. Memorias (Eudeba, 2019).

No sabía dónde estaba oficialmente. Y como no lo procesaron ni formalmente lo imputaron, tampoco tuvo acceso a un abogado, mucho menos a un juez.

Un día, en un viaje en una camioneta, en la que también iba a bordo el radical Mario Abel Amaya, fueron abandonados en medio del camino, luego de un ataque a balazos. Tanto a Solari Yrigoyen como a Amaya los recogió, rato después, la Policía Federal, que procedió a internarlos en la cárcel de Rawson.

“Era otro campo de concentración, con un régimen que tenía por objetivo la aniquilación física y psíquica de los presos políticos”, narra Solari Yrigoyen, quien pasó nueve meses en ese lugar, del que Amaya no salió con vida (murió en Villa Devoto, desfalleciente).

Desde Venezuela, tanto el gobierno como el Congreso seguían los acontecimientos de la Argentina. El presidente Carlos Andrés Pérez, una vez más, intercedió para dar cobijo a quienes llevaban la peor parte de la dictadura argentina. Así, primero pidió comunicación con Videla, quien amagó con tener alguna consideración. Pasado un tiempo, Pérez volvió a la carga e invitó a Videla a una visita oficial a Caracas. El Congreso venezolano, en paralelo, publicó una resolución en la que pedía la libertad de los presos políticos, y finalmente Videla, para mostrarse como alguien que no estaba aislado del mundo, emprendió el viaje.

“El problema de su amigo está solucionado, en una semana lo tendrá acá”, le habría dicho Videla a Pérez, según reconstruyó Solari Yrigoyen, quien en el avión de Rawson a Buenos Aires fue amenazado con ser arrojado al mar. Después, en Ezeiza y reencontrado con su mujer, pudieron despegar hacia Venezuela, ya sin esposas. El capitán tuvo el gesto de brindar con champán “por la libertad”.

“En Caracas nos esperaba mucha gente. Vimos calles llenas con letreros de mueras a Videla y su dictadura, y pidiendo la libertad de los presos políticos. El tiempo que estuve en Venezuela recibí múltiples muestras de solidaridad, de parte del presidente Pérez y muchas personas de distintos partidos políticos”, escribió sobre aquellos tiempos.

A Hugo Chávez, quien tomó el poder en 1999, lo considera un “dictador”.

En una entrevista con Nuevos Papeles concedida en 2020 reafirmó su agradecimiento con Venezuela y su anhelo para que vuelva la democracia: “Carlos Andrés Pérez era presidente constitucional de Venezuela y fue muy generoso con los argentinos que nos vimos obligados a dejar el país. En Venezuela se asilaron cientos de argentinos y fueron recibidos de una manera fraternal divina. Nosotros tenemos una obligación con Venezuela, hoy que el país sufre un régimen absolutista. Tenemos que estar al lado, solidarios y ayudar en todo lo que podamos al pueblo venezolano a que reconquiste el sistema democrático”.

Esa postura de Solari Yrigoyen describe, en parte, lo que la sociedad argentina ha sido con los miles de venezolanos que en este momento deambulan por el mundo —Gass dixit— mientras se les ha negado la posibilidad de vivir en su país. Ha sido en la Argentina, ese país para todos los hombres y mujeres del mundo que deseen habitar su suelo, donde muchos de ellos pudieron conocer por primera vez lo que es vivir en democracia, esa que recuperó Raúl Alfonsín en 1983 y que con sus vaivenes, y pese a las distintas crisis, prevalece. No imaginó Divinsky que mucho menos de 1.000 años después de su exilio ahora fueran los venezolanos los que se convertirían en exiliados. Pero la democracia, más temprano que tarde, seguramente volverá. Es lo que suele ocurrir cuando un pueblo se decide, de una vez por todas, a reconquistar su libertad.

 

  • Terragno, Solari Yrigoyen y Diez se incorporaron a la gestión de Raúl Alfonsín cuando se recuperó la democracia en la Argentina.
  • Héctor Hidalgo Solá, embajador argentino en Caracas, fue desaparecido por la dictadura argentina cuando fue llamado de regreso a Buenos Aires. Se presume que ocurrió en julio de 1977, en los alrededores de la Facultad de Derecho.
  • Luis Pico es un exiliado venezolano-argentino que tuvo que dejar, como muchos otros, su país de origen sin saber cuándo podrá regresar, aunque sea de visita.
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