sábado 21 de diciembre de 2024
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En defensa del progresismo como bandera

Blanco de ataque de una batalla cultural cargada de odio y revanchismo, el progresismo es el nuevo enemigo cultural de la extrema derecha. Motivado por sectores ultra conservadores, es el elegido como hereje, como la causa de todos los males. Por eso es importante levantar sus banderas, reivindicando sus valores y límites, con un discurso democrático e inclusivo que defienda la paz y luche por la igualdad. Y ponerle así un límite a cualquier experiencia populista.

¿Qué valores? El progresismo es liberal y como tal es fundamentalmente tolerante y democrático. Cree en un Estado presente de manera eficiente. No lo ve como un botín para llenarlo de inoperantes ni tampoco su eliminación, como algún lunático lo desea. Respeta a la prensa, no ataca a la disidencia.

Está formada intelectualmente, no habla desde el odio sino desde la paz con la democracia y la igualdad como eje conductor.

En términos históricos puede cristalizarse en próceres como Manuel Belgrano, Esteban Etcheverría, Domingo Faustino Sarmiento, Adolfo Alsina, Leandro N Alem, Alfredo Palacios e Hipólíto Yrigoyen (puedo seguir nombrando). Quizá su máxima expresión haya sido con la Revolución del Parque, aquella que a fines del siglo XIX dio origen a la Unión Cívica Radical.

El progresismo lucha por la igualdad. No debe tolerar la corrupción ni la tergiversación de las instituciones democráticas, porque esencialmente cree en ellas. Es la apuesta por más derechos y por garantizar la plenitud de las minorías.

El progresismo tiene como enemigo político y cultural al populismo, ya sea de derecha como de izquierda. No apoya dictaduras ni autocracias, siempre banca la democracia.

El progresismo necesita de una dirigencia política acorde y no entreguista. Dialoguista, SIEMPRE. Pero no entreguista.

El progresismo extraña tener figuras políticas de peso. Acaso el último gran estadista, Raúl Alfonsín, fue un radical progresista. Entiendo que fue tan grande que a la dirigencia le costó formar otro igual. Pero más allá de eso, siempre hay esperanza.

“Sigan ideas… Los hombres (y las mujeres) pasan, las ideas quedan y se transforman en antorchas que mantienen viva la democracia”.

La dirigencia política progresista y no populista debe encarar seriamente un armado político afín. Hay dirigentes, hay partidos. Con convicción y organización, se puede. Todavía se está a tiempo en una sociedad que no sale del espanto. Y como es tan dura debe ser consciente de armar algo serio, maduro honesto y sin mediocridad.

Son muchos los progresistas que soñamos con un país mejor, más tolerante e igualitario. Si lo escribo es porque tengo la esperanza de que tengamos con qué.

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