En las guerras el lenguaje es utilizado como un arma más contra el enemigo. Eso es lo que está ocurriendo en el gravísimo conflicto bélico por el que atraviesa Medio Oriente, entre Israel y la organización palestina Hamas. El último 7 de octubre la guerrilla islamista invadió sorpresivamente Israel, masacrando a 1300 civiles y secuestrando a más de trescientos rehenes, entre ellos bebes y ancianos, muchos de ellos argentinos. Ello provocó lógicamente que Israel invade Gaza para combatir a Hamas, con la consecuente muerte de guerrilleros y civiles palestinos. Los guerrilleros terroristas de Hamas, que domina Gaza a sangre y fuego, usan a los civiles palestinos como escudos humanos. Una guerra que parece no terminar nunca, y que hunde sus raíces en los enfrentamientos bíblicos entre israelitas y filisteos (palestinos).
En esta guerra Israel acusa a Hamas de “terrorista”, y esta denominación es la principal arma en el enfrentamiento discursivo contra el grupo armado que controla Gaza. Pocos pueden dudar que Hamas es un grupo terrorista, ya que desde comienzos de su existencia se dedicó a disparar cohetes y misiles contra la población civil de Israel. Pero también envió cientos o miles de atacantes suicidas para matar a ciudadanos judíos, a veces con bombas, otras acuchillándolos y también atropellándolos con automóviles y camiones. Cuando Israel respondió a estos ataques, Hamas y sus aliados principales, el Estado Islámico de Irán, el grupo paramilitar libanés Hezbollah y ahora los Hutíes en Yemen, acusan a Israel de Estado Genocida o Terrorista.
Pero hay una palabra que utilizan estos países y grupos fundamentalistas islámicos, contra Israel para demonizarlo, y es el calificativo de “Estado sionista”, que no mucha gente sabe en realidad lo que significa, y que nos lleva a retroceder en el tiempo a un viejo mito medieval europeo, plasmado en un libelo antisemita: Los protocolos de los sabios del Sión, en el que se denostaba a los judíos por tener un plan para dominar al mundo. Este panfleto absurdo fue remontado por Adolph Hitler y sus nazis para justificar el Holocausto, el peor genocidio que sufrió la humanidad.
Los protocolos de los sabios de Sion es un alegato antisemita. Un documento falsificado por la policía secreta zarista, publicado por primera vez en 1902, cuyo objetivo era justificar ideológicamente los progromos, masacres masivas y robos que sufrían los judíos en la Rusia de los zares.
El texto, considerado una farsa, afirma ser la transcripción de unas supuestas reuniones de los “sabios de Sión”, en la que estos detallan los planes de una conspiración judeo-masónica, que consistía en el control de la masonería y de los movimientos comunistas en todas las naciones de la Tierra y que tendría como fin último hacerse con el poder mundial. Los Protocolos… son la publicación antisemita más famosa y más ampliamente difundida de la época contemporánea.
Es sabido que Hitler los tomaba como una ilustración de la existencia de falsos designios ocultos de los judíos, “una demostración de su permanente conspiración para dominar el mundo”. Todavía hoy, el texto sigue circulando, en particular dentro de las redes islamistas, se vende en las librerías de todo el mundo musulmán y resurge periódicamente entre los partidarios de la extrema derecha. Constituye uno de los grandes temas de la propaganda neonazi en Internet.
En 1921, el diario británico The Times indicó que se trataba de un “torpe plagio” de la obra Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, o la política de Maquiavelo en el siglo XIX, de Maurice Joly (en la que manifiesta un complot de Napoleon III para dominar el mundo).
Este texto ha sido utilizado por individuos y grupos que pretenden inculcar el odio a los judíos.
Sión es la tierra que, según el antiguo testamento, Dios le prometió a los judíos que estaban esclavizados por el Faraón egipcio, una tierra para vivir en libertad y paz.
El antisionismo es un arma utilizada actualmente por algunas naciones, principalmente Irán, y grupos del Islam fundamentalista, como antes lo hacía el Zar de Rusia y luego la propaganda nazi para justificar el exterminio de los judíos.
El movimiento sionista fue creado por el periodista, escritor y dramaturgo austrohungaro, judío, Theodor Herzl en 1897, sin embargo, se puede ver el principio de la historia del sionismo mucho antes, relacionado con la historia de dicho pueblo.
Antes del Holocausto, el objetivo principal del movimiento era la creación de la Patria Nacional Judía y un centro cultural en Palestina facilitando la emigración judía. Después del Holocausto, el movimiento se centró en la creación de un “Estado judío” (definido generalmente como un Estado secular con una mayoría judía), logrando su objetivo en 1948 con la creación del Estado de Israel.
Desde la creación de dicho Estado, la importancia del movimiento sionista como organización ha ido en declive, mientras que Israel se ha ido fortaleciendo.
El movimiento sionista continua existiendo, trabajando en el apoyo a Israel, asistiendo a judíos perseguidos y animando la emigración judía a Israel. Mientras que la mayoría de los partidos políticos israelíes continúan definiéndose como sionistas, el pensamiento político moderno israelí no se encuentra formulado dentro del movimiento sionista.
El éxito del sionismo ha supuesto que el porcentaje de la población judía en el mundo que vive en el Israel se ha incrementado a lo largo de los años y en la actualidad el 40% de los residen viven allí. No hay ningún otro ejemplo en la historia de la humanidad de una nación restaurada después de tan largo periodo de existencia en la diáspora o el exilio.
El sionismo surgió en Europa cómo expresión del auge del liberalismo político. Fue definido cómo un movimiento de liberación nacional contra la opresión y exterminio que sufrieron los judíos desde que el Imperio Romano, y luego los cruzados y los turcos otomanos, los expulsaron a Europa.
Pero el movimiento sionista no es una expresión derechista, sino pluralista. Existieron y existen sionistas socialistas como los padres creadores del Estado de Israel, Ben Gurion y Golda Meir, y también sionistas ultranacionalistas como lo fue Menahem Beguin y también sionistas marxistas. Incluso el sionismo fue apoyado por grandes intelectuales de la izquierda europea cómo Jean Paul Sartre y Albert Camus. Pocos recuerdan que el primer país en reconocer al Estado de Israel fue la Unión Soviética, ya que existía gran mayoría socialista entre los sionistas. Y las armas para la guerra de la independencia de Israel, contra sus vecinos árabes, que se negaban a aceptar el derecho a existir de Israel, fueron suministradas por Checoslovaquia cuando pertenecía al bloque socialista.
El ataque a Israel como Estado Sionista por parte del fundamentalismo musulmán y que hoy repiten algunos grupos de la ultraizquierda europea y norteamericana, no es más que un arma política ya utilizada por los zares rusos y los nazis. Después del fracaso del Holocausto hitleriano, no es bien visto el antisemitismo o antijudaismo, por eso los que siguen teniendo esos prejuicios raciales, ahora invocan el antisionismo.
El sionismo nunca fue un movimiento de discriminación contra los árabes y palestinos. Por el contrario, los patriarcas sionistas soñaban en vivir en paz y armonía con sus vecinos árabes.
Tampoco hay que confundir el sionismo con grupos ultranacionalistas de la sociedad israelí. Ni el premier Netanyahu, ni otros belicistas son expresiones del auténtico ideal sionista.
En Argentina, donde existieron numerosos movimientos nazis y antisemitas, Los Protocolos de los Sabios del Sion, fue adaptado por esos grupos y se creo la farsa del Plan Andinia, una supuesta conspiración judía para dominar la Patagonia, y convertirla en un Estado judío. Esta mentira está muy bien retratada en la miniserie argentina “Iosi, el espía arrepentido”, e incluso fue difundida hace unos años por el dirigente peronista marginal Santiago Cúneo, cuyo programa fue inmediatamente levantado por odio racial.