Tres hechos debemos considerar para comprender las nuevas orientaciones provenientes del país elegido como socio estratégico de la Argentina.
En primer lugar, las palabras de la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, en la Cumbre Económica del Instituto Stanford de Investigación de Política Económica. En su exposición, dejó claros conceptos del replanteo de la política de los Estados Unidos y su relación con el mundo. Para esta funcionaria clave del poder norteamericano, el problema de las asimetrías sociales debe abordarse con “inversiones específicas” que estén orientadas a “mitigar la creciente desigualdad”, así como a “impulsar un crecimiento macroeconómico sostenible”.
Esto será posible mediante la ampliación de “la capacidad productiva de la economía y al mismo tiempo promover un crecimiento más inclusivo”. Pese a su innegable liberalismo realista, entiende que es la vinculación entre una mayor equidad y un crecimiento más fuerte orientado a “corregir las desigualdades”, lo que fortalecerá las estrategias de crecimiento más prometedoras.
En segundo lugar, el Discurso del Consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan en la Brookings Institution el pasado mes de abril, quien afirmó que en las últimas décadas se han “revelado grietas en los cimientos” del orden liberal de la segunda posguerra. Por este motivo, es necesario construir “un nuevo consenso de Washington” que fomente una política doméstica e internacional que “persiga una estrategia industrial y de innovación moderna, tanto en nuestro país como con socios de todo el mundo”.
Para el funcionario, esto tiene una claro horizonte normativo: “construir un orden económico mundial más justo y duradero, en beneficio de nosotros mismos y de las personas de todo el mundo”. El desafío es desmantelar dos supuestos del pasado. El primero, que “los mercados siempre asignaban el capital de forma productiva y eficiente”. El segundo, “la idea de la reducción de impuestos y la desregulación, la privatización por encima de la acción pública y la liberalización del comercio como un fin en sí mismo”. Esto se logrará con un fuerte rol en la inversión pública que “supere la desigualdad y sus perjuicios para la democracia”.
En tercer lugar, un reciente informe del FMI “La política industrial está de vuelta, pero acertar con ella no es fácil” de los expertos Anna Ilyina, Ceyla Pazarbasioglu y Michele Ruta, se focaliza en la incapacidad de los mercados para “asignar recursos de manera eficiente” y “subsanar” los problemas del desarrollo económico.
Esto trajo una reacción concreta y empírica que es que “los gobiernos se vieron presionados para adoptar una orientación más activa en su política industrial” para ayudar a corregir las “fallas del mercado”.
Basados en otro informe del FMI “El regreso de la política industrial en datos” registran de manera empírica, más de “2500 intervenciones de política industrial en todo el mundo”, la mayoría de ellas en China, Europa y Estados Unidos.
¿Cuál es el motivo de este regreso de la política pública industrial? La respuesta basada en la evidencia es contundente: “La política industrial orienta la reasignación de recursos hacia empresas, sectores o actividades nacionales que las fuerzas del mercado no logran promover de una forma socialmente eficiente”.
Un vez más la Argentina enfrenta el desafío de armonizarse con la historia o desacoplarse de ella con los costos económicos y sociales ya conocidos.
Publicado en Clarín el 22 de mayo de 2024.
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