jueves 25 de abril de 2024
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La Edad de Macri empieza a delinear sus ganadores y perdedores

Los ejemplos han sido cuidadosamente elegidos. Los miles de empleados de la Biblioteca del Congreso, los auxiliares de algunos legisladores, los ordenanzas que cobran encima de cien mil pesos, los abusos de cierto sindicalismo, los horarios de Tribunales, las trabas a los emprendedores. Datos que dicen mucho desde el punto de vista de los símbolos y el efectismo. La arremetida contra ciertos hechos de la picaresca nacional.

Mientras delineaba el futuro, Mauricio Macri lucía más presidencial que antes, cada vez más cómodo en el sillón.

Esa solvencia y la gran –enorme, para usar un término que encanta a los admiradores del PRO– habilidad comunicadora del gobierno, sin embargo, no resuelve la cuestión central. Una solución de todos aquellos desvíos no mueve el déficit fiscal. Los problemas macroeconómicos no se solucionan con casuística.

Aunque los propagandistas del gobierno lo nieguen, la propuesta de Mauricio tiene ganadores y perdedores. Es inevitable en cualquier proyecto. Mientras la torta no se amplíe a ritmo sostenido y sustentable durante mucho tiempo, sólo puede ser así. Y aún creciendo a todo vapor por décadas, la distribución sigue siendo una decisión clave de toda sociedad.

La lucha de clases

La pelea por la torta, la puja distributiva, es parte inherente a todo proceso. Más plusvalía es más explotación, planteaba Carlitos Marx hace siglo y medio. Aumentar el capital y la inversión es la garantía del crecimiento, repiten las asociaciones empresariales.

Los sindicatos más vinculados a la producción, distribución o comercialización de los bienes exportables son, en todo tiempo y lugar, los que atesoran mayor capacidad de presión. Y, por tanto, les resulta más sencillo conseguir ventajas.

En la primera mitad de siglo XX, fue notable el poder de los ferroviarios y los trabajadores marítimos. Luego, con los proyectos industrialistas y de economía cerrada, sonó el turno de los metalúrgicos y los textiles. También los obreros de las automotrices.

El poder de Hugo Moyano no surgió sólo de su exuberante personalidad –que también aporta lo suyo– sino de la destrucción del ferrocarril, el aniquilamiento de la flota estatal y la concentración de los traslados de grano en rutas que, naturalmente, sólo podían transportar sus camioneros.

El gobierno intentará que los menos favorecidos se indignen al enterarse de los altos ingresos de otros. Un brillante mix. Los abusos reales junto con los derechos conquistados.

Los excesos de cierto sindicalismo son obvios. ¿El nuevo proyecto apunta a liberar a los trabajadores de ser esquilmados? ¿O imagina despanzurrar la representación laboral para aumentar la productividad a costillas del trabajo intenso en jornadas eternas?

La huelga de Aerolíneas parecía anillo al dedo de Mauricio. Dejar miles de argentinos de a pie sin aviso era exhibido como la prueba viviente del desinterés sindical por el prójimo. Hasta que una sencilla pasajera jujeña, interrogada por la televisión, marcó que, abandonada por la empresa, se había visto obligada a pernoctar en el aeropuerto. Las demasías de la compañía. ¿Un modelo para lo que está por venir? Educada pero firme, la pasajera señaló aquel abandono como uno de los temas que debe solucionar el propio presidente de la Nación.

El pago a los jubilados es el principal rubro del presupuesto. Serán los damnificados con el cambio de régimen, si es que el gobierno logra que los senadores peronistas acompañen esta polémica medida. Los jubilados serán variable del déficit. Los ancianos votaron masivamente a Cambiemos (más que cualquier otro rango etario). ¿Qué harán en 2019?

Nación vs. Provincias

La tradición marca que los gobernadores prometen mucho y acatan poco. Atrincherados detrás del federalismo, el Estado nacional ha intentado fisgonear sus cuentas con poco éxito.

El macrismo insiste en que tiene, a diferencia de sus antecesores, cartas ganadoras. La primera, la sumisión de las provincias al kirchnerismo despedazó muchos baluartes del federalismo. La apropiación K de las retenciones a las exportaciones de granos burló la coparticipación y obligó a las provincias a vivir del oxígeno del tesoro central. Ese hábito recuerda la transición de Rosas a Urquiza. Los mismos gobernadores que juraron lealtad eterna al Restaurador se prosternaron ante su vencedor, tan obedientes como antes.

El macrismo cita otro dato a favor: la informatización que permite seguir en tiempo real el gasto. Con funcionarios atentos que miran el día a día y la decisión de hacer cumplir los compromisos, intentarán quebrar la resistencia provinciana. El incumplimiento –amenazan– traerá represalias y corte del flujo de fondos que todos necesitan para obras y muchos para pagar los sueldos sin sobresaltos.

Estado sí, partidos no

El Estado nacional negociando con los Estados locales es algo deseable. Los Estados provinciales han engordado en exceso. A los K les parecía extraordinario: si gastaban más de lo recaudado, los gobernadores estaban obligados a doblegarse en lo político a cambio de recibir los auxilios del Tesoro. O ahogarse. Con ese ritual, los K aniquilaron el federalismo.

Pero los K también destruyeron el sistema de partidos, obligando a los mandatarios electos a elegir entre traicionar a sus partidos o dejar desamparado su distrito. 

Macri impulsa una política que otorga un fuerte (¿enorme?) papel al Estado nacional y a los Estados provinciales, un rol menor pero también importante al Parlamento nacional y condena a la insignificancia a los partidos políticos. Un olvido de la Constitución que determina “los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático” (artículo 38). 

La omisión presidencial es tan ruidosa que cuesta ver hasta qué punto resulta silenciada por la enorme mayoría del espectro periodístico y académico. ¿O echarán la culpa de la decadencia nacional sólo a los partidos y los gremios?

Los admirados Pactos de la Moncloa de la democratización española fueron un logro –hay que recordar– exclusivo de los partidos. Los actores sociales y económicos fueron parte de los Acuerdos Económicos, pero no del origen, limitado a la discusión primero y la convergencia después de las organizaciones partidarias.

Vamos por todo

La contradicción fundamental de la política argentina, a partir del enfrentamiento entre campo y gobierno, la disyuntiva Kirchnerismo vs. Anti-kirchnerismo. Otros lo llamaron República vs. Autoritarismo. O Liberalismo vs. Populismo. Y de mil otros modos. 

Seis años después, Cristina sigue sin comprender el mandato popular. No lo pescó siquiera en su momento de gloria, cuando devino el segundo presidente desde 1983 (el otro fue Raúl Alfonsín) plebiscitada por más del cincuenta por ciento de los votos. Aquel ¡Vamos por todo! ahuyentó a parte de sus votantes y decidió a sus opositores –no a las dirigencias, sino sobre todo a las gentes de a pie– a intensificar la resistencia. Sin el Vamos por todo difícilmente hubieran desbordado las plazas del país convocadas desde las redes sociales.

¡Vamos por todo! Y nunca más ganó una elección.

Mauricio, en cambio, propuso temas para conversar, para discutir, para negociar. Otro talante…

¿Es así?  Sí y no.

En un tono regulado, sin palabras altisonantes ni estilo bravucón, convoca desde la fuerza, lo que resulta plausible. Pero, ¿realmente convoca o presiona hasta el infinito para firmar un contrato de adhesión? 

Mauricio está convencido de las inmensas fuerzas productivas latentes. Se trata de desmontar las redes de obstáculos fiscales, jurídicos, los trámites, las regulaciones sindicales y laborales, la mano abierta de la política.

Liberados de sus fajas, los burgueses nativos retomarán el camino de grandeza que se interrumpió hace casi un siglo. Es la apuesta. Por tanto, los ganadores serán los que se atrevan a emprender. Perdedores, los que el Estado interprete que pueden frenar ese despliegue.

El sistema capitalista es así, insisten los ortodoxos. Cierto. Tan cierto como que las empresas argentinas no han defendido su rol ante el Estado y muchos dirigentes, por el contrario, han ajustado sus músculos para lograr prebendas. El presidente reclamó que esto cese. Pero su énfasis no fue el mismo que al denunciar las demasías de la política partidaria y los sindicatos. ¿Se convertirán en los chivos expiatorios de la frustración argentina?

¿O tendrán razón los propagandistas que anuncian el triunfo irrevocable de una nueva era, la Edad de Mauricio?

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